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¡Ayuda! ¡Soy la maestra de mi hijo!

¡Vaya que la cuarentena nos ha metido en bastantes conflictos a la mayoría de nosotros! Pero hoy quiero dirigirme a aquellas mamás que, de por sí, ya eran contribuyentes a la economía del hogar trabajando dentro o fuera de casa. A aquellas expertas en desarrollar nuevas capacidades como «chefs», «enfermeras», «choferes» y más. A aquellas que hoy suman una nueva «profesión»: ¡Maestras!

No digo que a los papás no se les haya complicado un poco más la vida; podremos hablar de ello en otra oportunidad. Hoy quiero hablar de esas heroínas que suficiente tenían ya con todo lo que hacían y esta pandemia les encomendó un nuevo gran reto: ser las docentes de sus hijos en su educación básica o intermedia. Aquellas que no hacían homeschool han tenido que investigar mucho sobre el tema. Pero independientemente del conocimiento, las estrategias y la habilidad para enseñar, quiero enfocarme en el carácter maternal y la crianza.

Cuando los niños iban a clases presenciales y regresaban a casa con tareas y dudas, ¿cuántas de ustedes no perdieron el juicio o la paciencia y dejaron salir el «Goliat» que llevan dentro? Después de acciones como éstas, llega la culpabilidad con la espada desenvainada a darle la herida final a tu alma ya de por si cansada. Tratas de enmendar tu falta de control pidiendo perdón (lo cual es buenísimo) o consintiendo de alguna manera a tus hijos. Bueno, querida mamá, sé que en esta cuarentena —que parece eterna— ha sucedió esto y más dentro de tu hogar, tal vez en varias ocasiones.

Quiero darte tres consejos que te ayuden principalmente en dos cosas. Primero, para tratar con tu paciencia o carácter, y segundo, para aprender a manejar la culpa.

  1. Ora con tus hijos antes de empezar el día escolar

«Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie» (Santiago 1:5, NVI). Enseña a tus hijos que Dios es un Dios que está presente en todos los detalles, al que le interesa su aprendizaje escolar y que está en medio de ellos mientras estudian. Sea en su casa o en el aula, Dios está activamente ayudándolos en sus responsabilidades, y a ti, en sabiduría. A veces pensamos que Dios da sabiduría solamente en situaciones de gran conflicto o necesidades muy elevadas. Eso es un terrible error. Dios está al control de todas las cosas y le interesa cada detalle de nuestra vida.

  1. Toma lo que por herencia ya es tuyo

No olvides que el Espíritu Santo mora en ti. No lo digo para que te sientas más juzgada sino todo lo contrario. Él nos ha dotado de una nueva naturaleza, tenemos esa poderosa capacidad espiritual al convertirnos en la morada del Espíritu por medio de la fe en Jesús. En medio de una discusión, falta de paciencia o desesperación, salte un momento de ese lugar, respira intencionalmente hondo y exhala. Después, ora al Señor, pídele que conforme a su gracia —no conforme a tu justicia— te dote de paciencia y amor para con tus hijos en esos momentos de tensión. Te aseguro que él lo hará.

  1. Pide perdón y consuela

Si heriste el corazón del niño, pídele perdón. Reconoce que tu reacción no fue buena y cuéntale que ya le pediste perdón también a Dios. Dile que lo amas con todo tu corazón y que estos momentos estresantes no determinan quien es él o ella para ti, ni para nadie. Recuérdale que es capaz, inteligente y que fue hecho a la imagen de Dios, y que aunque hayas tenido un mal momento, tenga la confianza de seguir pidiendo tu ayuda. Que Dios los ayudará a ambos.

Por último, un consejo extra. La casa puede estar un poco desordenada, pero busca tener momentos a solas, toma algo rico o come tu postre favorito cuando los niños estén dormidos, ve la televisión, lee algo y disfruta a tu marido. Te lo mereces.

«Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana» (Mateo 11:28-30, NVI).

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