Nunca he sido muy fan de las películas de superhéroes. Pero una de las cosas que siempre me ha llamado la atención es la habilidad del Dr. Strange para ver todos los posibles futuros y sus implicaciones en el «multiverso». A veces, cuando sobre-pienso mucho las cosas que me suceden o las decisiones que tomo, me siento como él, pensando en cada posible resultado a la situación en la que me encuentro, y quisiera ser él para saber cuál de todas las posibilidades termina como yo quisiera.
Hace poco, durante una conversación que tuve con dos amigos, discutían precisamente esto. Uno de ellos preguntaba cómo saber si una decisión importante que había tomado en su vida era la correcta, pues las cosas no habían resultado bien al final. Esta persona había decidido entrar en una relación, pero al final le rompieron el corazón. Él decía que no importaba todo lo que oró o buscó sabiduría, pues las cosas al final no resultaron como él esperaba.
¿Qué pensarías tú si después de calcular todo, las cosas aún no te salieran como quisieras? Mi otro amigo aseguraba que eso no importaba, puesto que al final Dios siempre está al control de todo y nos ayuda, nos respalda. Qué difícil —pensábamos todos en ese momento— saber si vamos por un buen camino, pues siempre hay algo que puede salir mal, como el Dr. Strange cuando decía que había visto todos los posibles resultados, y no importaba cómo atacaran al villano, este ganaría.
¿Por aquí o por allá?
En una de las ocasiones en que Jesús se despide de sus discípulos, pues se acercaba el momento de su muerte, les recordaba que ya no estaría físicamente con ellos, pues iría al Padre. En este momento tan valioso, afirma algo muy importante: «No los dejaré huérfanos…» (Juan 14:18, NBLA). La intención del Señor nunca fue dejarnos solos ni abandonarnos a nuestra suerte para que nos confundiéramos en las decisiones que tomáramos y luego fuéramos condenados por ellas, como hace el gato de Cheshire, en el cuento «Alicia en el país de las maravillas», quien, al preguntarle qué camino tomar, contesta con paradojas y acertijos.
A veces creemos que Jesús es así, pero, al contrario, él nos prometió un Consolador que nos guiaría en todas las cosas. «Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Juan 14:25-26, RVR1960). Ni Jesús ni su Espíritu son un acertijo, él está dispuesto a ayudarnos, revelarnos y mostrarnos el camino. Jesús dijo que el Consolador nos enseñaría todo y nos recordaría sus palabras.
Algunos de los pasajes que hacen referencia a esta ayuda del Espíritu nos hacen saber que él nos guía a orar como conviene, nos da palabras cuando no sabemos que decir, penetra en nuestros corazones para guiarnos al arrepentimiento y nos da convicción.
Él sabe lo que hace
Muchas veces creemos en que Dios sabe lo que hace, pero quisiéramos saber lo que hace, como mi amigo que quería saber exactamente porqué Dios le había permitido pasar por esa decepción amorosa. Y nos frustramos tratando de entender el «multiverso». Yo también me he preguntado una y mil veces en momentos clave de mi vida qué será lo que está haciendo Dios o a dónde quiere llegar. Que el día de hoy sea un recordatorio para todos de que no necesitamos ser el Dr. Strange y sentarnos a calcular todas las posibles opciones y resultados. Más bien, busquemos al Espíritu Santo y confiemos en su soberanía, su guía y su cuidado. Él sabe lo que hace, pero no necesitamos saberlo nosotros para descansar en él. En esto consiste nuestra fe.
Comentarios en Facebook