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Zona de guerra

Tránsito pesado. Probablemente una de las cosas más sencillas y a la vez más usadas por Dios para probar el carácter del cristiano del siglo XXI. Usualmente no es algo que solía molestarme mucho, pero tengo la percepción de que después de estos años de encierro por pandemia, la gente en mi ciudad maneja de manera mucho más desesperada. Inclusive he llegado a ver más accidentes en las calles.

El día de ayer me tocó probar esta teoría de manera extrema cuando una señora se molestó tanto porque no avanzaban los carros frente a ella, que decidió salirse de la fila y subir su automóvil a la acera para «saltarnos» a todos los que esperábamos nuestro turno para incorporarnos a la avenida. Esto me pareció algo sumamente excesivo y me di cuenta de que me había molestado más de lo que debería.

Una guerra adentro

Recientemente hemos visto en las noticias imágenes muy gráficas y tristes de lo que está sucediendo en la zona de guerra que es Ucrania hoy. Oro para que el Señor haga justicia, y que traiga paz y misericordia frente a este problema. Pero el estar viendo todas estas imágenes me recordó aquello que nos han dicho muchas veces en la iglesia, que hay una guerra en esta tierra que todos estamos viviendo.

Es una guerra entre el bien y el mal, entre Dios y su enemigo. Esta guerra no se trata de nosotros. Pero sí tenemos un papel en ella. Muchas veces no tenemos presente lo importante y lo cotidiana que puede ser. Así, mientras yo me encontraba varada en el tránsito, me di cuenta de que con mis pensamientos, no estaba protegiendo la parte que me tocaba en dicha batalla, la cual debo defender en las cosas grandes así como en las pequeñas.

Alertas

Por más escandaloso que nos parezca un ambiente de guerra, hay países que han vivido en ella por años, inclusive por décadas, como sucede en Afganistán. Los habitantes se acostumbran a ver gente a su alrededor portando armas, a escuchar explosiones, etc. Muchas veces, se aprenden los protocolos de seguridad y continúan sus vidas.

Esto es algo muy triste que no debería suceder. Sin embargo, en ocasiones lo hacemos en nuestra vida cristiana también. Nos dormimos pensando que al día siguiente tenemos que ir al banco, a recoger la ropa de la tintorería o al supermercado. Olvidamos que como dice Efesios 6:12, vivimos una guerra constantemente. Una lucha que no es contra carne, sino contra todo principado, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo y contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Es necesario que como se hace en una guerra terrenal, en la que todos se andan con cuidado, protegiéndose de las balas y las bombas, preparando alimentos y artículos básicos, así también vivamos nuestro cristianismo cada día listos con el conocimiento de que nuestra vida se trata de Cristo. Par vencer, es necesario que podamos permanecer alerta para encontrar el lado espiritual de cada situación que vivimos. Y es importante no dejarnos llevar por las luchas o las tentaciones.

El mejor aliado

Por último, es importante saber que esta guerra no la peleamos solos, sino que Dios lucha de nuestro lado. Dice 2 Corintios 10:4 que Dios nos ha dado armas para pelar esta batalla. También que estas no son armas carnales sino espirituales en Dios para la destrucción de fortalezas y para derribar todo argumento que se levante en contra del conocimiento de Cristo. Aprendamos a utilizar las armas que Dios nos ha dado. Vivamos en oración, preparémonos con la Palabra. Así, convirtámonos en esos soldados dispuestos, listos para toda batalla y toda buena obra que Dios ponga en nuestro camino.

Si en ocasiones sientes que no puedes con la carga que tienes frente a ti, no te preocupes, tienes el mejor aliado de tu lado, peleando por ti y contigo. Deja todas tus cargas al Señor y practica tener un carácter como el suyo. Verás que no irás solo y que el resultado será mejor, mucho mejor que el que esperas.

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