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Supera los peligros del aislamiento

Ya hace más de un año que fuimos sometidos al ineludible aislamiento para resguardarnos de los contagios por la pandemia de la COVID-19. Sorprendentemente, todavía hoy las restricciones no se eliminan por completo. Hay ciudades que estos momentos enfrentan el pico de contagios más alto desde que comenzó la pandemia. Estas noticias resuenan en nuestro interior provocando desánimo y desaliento.

¿Recuerdas el inicio del año pasado (2020)? Yo pensaba que el aislamiento duraría de 15 a 30 días solamente, y para mi sorpresa, ¡ya llevamos casi dos años así! No totalmente encerrados, pero todavía tenemos que usar el cubrebocas, solamente con salidas esenciales, sin fiestas o reuniones con nuestros amigos y seres queridos, sin algunas reuniones semanales en nuestra iglesia, entre muchas otras cosas que cambiaron nuestra vida.

No todos hemos padecido el contagio del virus de la COVID-19, pero ciertamente este ha cambiado la vida de cada persona del planeta. Uno de los aspectos que afectó directamente nuestro desempeño emocional y social fue el aislamiento. Y de esto queremos hablar en esta entrada.

Los peligros del aislamiento

Observa lo que dice este proverbio en la traducción Nueva Biblia de las Américas: «El que vive aislado busca su propio deseo, contra todo consejo se encoleriza» (Proverbios 18:1). Estamos conscientes de que este aislamiento no ha sido porque nosotros lo hayamos querido. Pero hemos visto, sobre todo en nuestras iglesias, que este factor de aislamiento ha venido «a bien» a los que de por sí ya estaban aislados. Y escribo «a bien» entre comillas, porque las personas que vivían ya en un aislamiento social, ahora han encontrado el pretexto perfecto, ya que el dejar de hacer comunidad o congregarse está «justificado» casi en su totalidad.

El problema no radica en las restricciones del gobierno, el problema radica en nuestro corazón. Observa como la Palabra dice que el que vive aislado por gusto, busca su propio deseo; esta es una actitud de evidente ensimismamiento. Cuando nos rehusamos a ofrecer nuestra amistad, a dar nuestra confianza a personas que nos aman, se preocupan por nosotros y nos edifican, estamos cayendo en el peligroso egoísmo, aquel que es tan grave, que incluso nos hace pensar que nosotros mismos somos nuestro «propio salvador».

La importancia de hacer comunidad

Una y otra vez en la Biblia vemos la importancia que Dios le da a la amistad, a la comunión y a la congregación. Creer que puedes sobrevivir a una vida y crecimiento espiritual sin tus hermanos en Cristo es vivir en una mentira. «Un amigo es siempre leal, y un hermano nace para ayudar en tiempo de necesidad» (Proverbios 17:17, NTV).

Estoy consciente de que hay personas con diferente temperamento, y para los tímidos, dar un paso para vencer el aislamiento es un enorme reto, pero abrirte a la comunidad traerá numerosos beneficios para tu vida, porque simplemente ese es tu diseño: Dios te hizo para vivir en comunidad.

Si hoy reconoces que la depresión, la ansiedad, los problemas económicos, los duelos, entre otras cosas, te han llevado a aislarte de tus hermanos en Cristo, este es el tiempo para buscar ayuda. Una comunidad forjada por el carácter de Cristo no debe responder en condenación o juicio, sino en amor y empatía, y esto es algo que todos necesitamos.

Un llamado a los fuertes en la fe

Usualmente los que mantienen una fe avivada no tienen problema para seguir buscando formas para hacer comunidad. ¿Qué puedes hacer tú al respecto? Busca a aquellos que se han aislado, sé paciente, espera desprecios, pero cubre con el amor de Cristo multitud de faltas; sé ese amigo «imprudente» que no se da por vencido y persevera con ternura y paciencia hasta «recuperar» a aquel que se había alejado.

Nuestra oración es que aun en medio de esta pandemia puedas encontrar formas creativas de hacer comunidad, respetando, por supuesto, las medidas para el cuidado de todos. La gracia de Cristo nos sostiene en la adversidad, crezcamos en amor fraternal, llevemos las cargas los unos de los otros.

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