Existen muchas ciudades en el mundo con peligros que suceden de manera constante e inminente. Ante cada peligro, el ser humano ha desarrollado refugios o «lugares seguros» donde intentan mantenerse a salvo cuando aquella tragedia sucede. Por ejemplo, ciudades en Medio Oriente tienen refugios antibombas, en Florida, muchos tienen lugares especiales para protegerse de los tornados, o en la Ciudad de México, la arquitectura de los edificios debe estar preparada en caso de terremoto. No todos los peligros son iguales en todas las ciudades, pero hay uno que sí amenaza a todas por igual: la tentación.
Así es, ¡la tentación está en todos lados! Los creyentes debemos caracterizarnos por el firme deseo de no sucumbir ante ella. Hemos recibido el amor del Padre y en esa dinámica de afecto no queremos encontrarnos en situaciones que contristen a aquel que nos ha llenado de bendiciones, siendo Jesucristo mismo la más grande de todas. Por no decir que la misma tentación, sea cual sea su «forma o color», tiene la capacidad de destruir tu vida y tu familia por completo.
Puedes nombrar cualquiera: sexual, de codicia, división, comparación… todas conducen al mismo fin: a la tristeza y a la destrucción. Jesús mismo es testigo de que ni apartándote a un desierto estarás libre de la tentación. «Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó» (Hebreos 4:15 NTV) Jesús era Dios, pero también abrazó en su plenitud la condición de un ser humano. Como hombre, ¿bajo qué lugar se refugiaría Jesús?
En busca del lugar más seguro
En la Edad Media, los monjes, con el fin de librarse de esta amenaza, desarrollaron el movimiento monástico. Los hombres se apartaban en los monasterios, pensando que aislándose de la civilización se mantendrían a salvo de la tentación. Lamentablemente, el tiempo demostró que ni siquiera solos podrían librarse de este mal, que lejos de venir externamente, amenazaba con comenzar su ataque desde lo más profundo de su corazón.
A continuación compartiré contigo los dos refugios más seguros ante la tentación.
El refugio de la cruz
Este primer refugio es evadido por la mayoría. ¿Quién quisiera albergarse bajo un lugar que significa dolor y muerte? Sin duda nuestra carne evitará la cruz a toda costa, pero este es el único lugar que puede salvarnos de una muerte o destrucción repentina. Cuando entras al refugio de la cruz, tu egocentrismo, tu orgullo y tu sentido de autosuficiencia se quedan fuera, dando lugar a que el Espíritu Santo forme el carácter de Cristo dentro de ti.
Cuando acudimos a la cruz nos estamos identificando con el sacrificio de Cristo que nos salvó de nuestros pecados. Estamos declarando que renunciamos a la vieja vida para abrazar la nueva vida que Cristo ganó para nosotros. Así como Pablo, nosotros también podremos decir: «Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20, NTV).
El refugio del deleite
Así como Cristo nos enseñó el camino hacia la cruz, él nos enseña el refugio del deleite. Podríamos decir que el «lugar» favorito de Cristo era la íntima comunión con su Padre celestial. En él encontraba su fortaleza, deleite y dirección. Como cristianos seguiremos experimentando pruebas y tentaciones y no hay lugar más seguro sobre la tierra que el deleite en Dios. Jesús dijo a sus discípulos en Mateo 26:41: «Velen y oren para que no cedan ante la tentación» (NTV). ¿Te has preguntado qué relación hay entre la oración y el no caer en tentación? Cuando acudimos a Dios a través de la Palabra y la oración, entramos en un tiempo de comunión en el cual él nos revela más de sí, y cuando podemos verlo con claridad, toda tentación y deleite pasajero pierden su brillo. A través de su revelación veremos a Jesús como lo más valioso y hermoso y nuestra atracción por cosas inferiores poco a poco se difuminará.
¿Estás en un tiempo de lucha y tentación? Ya sea que lo estés o no, llegará el tiempo de prueba. Corre al refugio de la cruz y al refugio del deleite en Cristo. ¡No hay lugar más seguro sobre la tierra!
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