Hace algunos años compré una impresora con la intención de utilizarla para un negocio que planeaba iniciar. Pero ese año tuve muchos problemas económicos y no se presentó la oportunidad para llevar a cabo mi plan. Cada vez que entraba a la habitación de mi casa donde se encontraba —puesta sobre una mesa— empolvándose mi impresora, me molestaba verla. Me entristecía recordar que nunca vería el fruto de dicha compra.
Pronto decidí vender la impresora y seguir con mi trabajo como si nada hubiera pasado, como si nunca hubiera tenido ese plan. Un par de años después, tuve la oportunidad de abrir un negocio parecido al que en ese entonces quería empezar, ¡y me hubiera servido muchísimo haber tenido esa impresora! Lamenté el haberla vendido y el darme cuenta de la poca fe que en ese momento tuve en mí y en mi futuro. Si hubiera tenido un poco más de esperanza, esa impresora hubiera sido utilizada para muchas cosas buenas.
Adquiere un terreno
Durante este tiempo, me pareció un tanto gracioso encontrar en la Biblia un pasaje en el que Dios hace justo lo contrario. Advierte al pueblo de Israel sobre sus malos caminos y les hace saber el castigo que pronto vendrá sobre ellos por no seguirlo como debían.
A través del profeta Jeremías, da unas palabras muy fuertes acerca del cautiverio que pronto vivirían. Sin embargo, más adelante le dice al mismo profeta que compre un terreno que un familiar le estaba ofreciendo, y que lo haga enfrente de muchos testigos. Le dice también que guarde las escrituras en una vasija muy resistente para que pueda durar muchos años.
Esta era la manera de Dios de decirle a Jeremías que iban a pasar por muchas circunstancias difíciles, pero que había esperanza de volver a esa tierra un día. Había esperanza de comprar y vender terrenos nuevamente para habitarlos en la tierra que les dio el Señor. El comprar este terreno era una acción de fe en Dios y en el futuro que les esperaba.
Espera el futuro
Quizás, como el pueblo de Israel en ese tiempo de desobediencia y dificultad, puedas estar pasando momentos de desesperanza. Tiempos como los que Dios advirtió a su pueblo que vendrían. La pregunta en medio de ese contexto es: ¿a qué te estás aferrando?, ¿estás como yo, vendiendo las cosas que crees que ya no te van a servir, o estás explotándolas para el reino, como Jeremías que compró su terreno en malos tiempos?
Una vez conocí a una persona que enfermó de alguna afección grave, y lo primero que hizo al enterarse de la noticia fue comenzar a vender y regalar todas sus pertenencias. Esto era una declaración muy fuerte en la que estaba demostrando que no creía que fuera a salir de dicha enfermedad. Como me sucedió a mí con mi impresora, pero en una categoría más grave, esta persona había perdido toda esperanza.
Hay un mejor futuro para ti y para tu familia. La historia no acaba en los malos tiempos. No hay un final triste o decepcionante esperando a aquellos que creen en el Señor y que han puesto su esperanza en él. Vienen tiempos nuevos para hallar esperanza y restauración en Cristo. En él siempre hay fe y siempre hay esperanza. Así como Jeremías compró ese terreno, ¿qué acciones puedes tú emprender el día de hoy para confirmar y afianzar tu fe?
Dice el Salmo 42: «¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!» (Salmo 42:5, NVI). Hagámonos estas preguntas que se formulaba el salmista mientras seguimos adelante. No tenemos nada de qué inquietarnos. El Señor va con nosotros y en él nos espera un futuro brillante.
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