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Un deseo piadoso

A lo largo de la historia de la Biblia, Dios trazó planes que ejecutó con la ayuda de hombres fieles (o a pesar de ellos). Inclusive en ciertos momentos optó por doblegar la voluntad de quienes no buscaban llevar a cabo sus planes.

Uno de los ejemplos que me vienen a la mente acerca de este tema es el de Moisés. Dios le mostró, a través de una zarza ardiente, que había escuchado el clamor de su pueblo y tenía un plan para liberarlo. Moisés no se creía digno de esa tarea y se resistió al principio. Pero Dios ya tenía un plan.

A pesar de que para la tranquilidad de Moisés, el plan de Dios tuviera que incluir una vara que se convertía en serpiente, una mano leprosa y el apoyo de Aarón su hermano, la voluntad de Dios iba a ejecutarse.

La voluntad de Dios

Ver momentos como este en la Palabra, en los que Dios ha expresado y llevado a cabo su voluntad de manera tan clara y tajante, por mucho tiempo me hizo preguntarme si los planes que yo estaba trazando para mi vida familiar, relacional, laboral y ministerial iban de acuerdo a la voluntad de Dios. Yo no veía mis objetivos cumplirse de esa manera tan drástica y clara. A pesar de que entiendo que no hay una fórmula para cumplir con Dios, este tema me inquietaba.

Una de las cosas que me preocupaba es que quizás podríamos estar haciendo cosas buenas, pero que no necesariamente son las que Dios ha planeado para nosotros. Y perdernos en eso. Sin embargo, en ese tiempo  me topé con la historia del rey David y el templo, la cual tenía una dinámica muy distinta a la de Moisés.

La voluntad de un hombre piadoso

El rey David se acercó al profeta Natán y le explicó que le preocupaba vivir en un gran palacio mientras que el arca de la presencia de Dios se encontraba en una tienda de campaña. A Dios le complació este pensamiento de David, pues aunque no era algo que alguna vez hubiera pedido a su pueblo, era un noble deseo que buscaba honrarlo. Un deseo que él decidió conceder.

Así que, Dios accedió a que fuera uno de los hijos de David quien más adelante le construyera un templo. No paró ahí, pues la bendición de Dios fue más allá y le ofreció a David bendecir a su familia y su trono perpetuamente. 

Cuando conocemos a Dios es fácil darnos cuenta de que es alguien que da más de lo que podemos ofrecerle. Aunque queramos hacer algo para él, nunca nos deja con las manos vacías.

Preocúpate por honrar a Dios

Cuando quieras honrar a Dios como hizo David, no temas hacerlo. No pases el tiempo preguntándote si es su voluntad, ni preocupándote por el qué dirán o por recibir alguna señal de Dios. La Biblia nos deja en claro que Dios honra a los que le honran.

Tampoco temas al pensar que dar a Dios te dejará sin recursos. Cuando David extendió el deseo de utilizar los suyos para construirle una casa a Dios (2 Samuel 7) fue más bien él quien fue honrado al recibir un trono perpetuo y una casa en el cielo. 

Consideremos que tenemos un Dios que da más abundantemente de lo que podemos pensar y que no dudará en respaldar a aquellos que desean honrarlo. Mientras tengamos eso en mente, procuraremos cumplir su voluntad, que es glorificarse en esta tierra. Tú, ¿cómo puedes honrarlo el día de hoy con lo que tienes?

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