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Ver lo que otros no ven

¿Será que algunas de las personas sentadas a tu lado están destinadas a ser reyes y no lo has notado? 

Si llevaramos la historia del rey David al teatro, ¿qué papel desearías interpretar? A todos nos encantaría ser el protagonista: el hijo menor venido a menos entre sus hermanos que se convirtió en el rey más famoso del puedo elegido por Dios.

Cuando leemos la Biblia, deseamos que esta sea nuestra historia, la del joven menospreciado que tenía un destino grandioso y llegó a cumplirla.

Sin embargo, como en el teatro, no todos podremos ser siempre los protagonistas por más que nos identifiquemos con su historia. A veces, nuestra asignación es interpretar el papel secundario de quien ayuda al personaje principal a cumplir su destino.

Es extraño que ni los hermanos de David, ni su propio padre, vieran en él las cualidades que lo convirtieron en rey.

«Isaí le presentó a siete de sus hijos, pero Samuel le dijo:

―El Señor no ha escogido a ninguno de ellos. ¿Son estos todos tus hijos?

―Queda el más pequeño —respondió Isaí—, pero está cuidando el rebaño.

―Manda a buscarlo —insistió Samuel—, que no podemos continuar hasta que él llegue», 1 Samuel 16:10,11 (NVI).

En un primer momento Samuel se dejó impresionar por la apariencia de Eliab, uno de los hermanos de David, pero Dios le dijo: «No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón» (v.7).

Es claro que las cualidades que son atractivas para Dios, difícilmente lo son para los hombres. Por eso debemos preguntarle a él: ¿Qué ves tú que yo no estoy viendo?

Samuel tenía el privilegio de ver el nacimiento de un reinado desde sus inicios. Es posible que muchas veces en la vida, Dios nos escoja no para ser los reyes o reinas, sino para preparar a quienes lo serán y ayudarles a descubrir su llamado.

Puede ocurrirnos también lo que pasaba con Isaí, ¿se imaginaba él que tenía un rey en casa? La convivencia con las personas hace que nos acostumbremos a sus cualidades de tal manera que su genialidad se vuelve corriente y cotidiana. La excesiva cercanía con las personas nos quita visión sobre lo que Dios quiere hacer con o a través de ellas.

En 2 Corintios 16 Pablo hace una declaración que debemos convertir en nuestra si no queremos ignorar esos tesoros escondidos que hay entre nosotros: «Así que de ahora en adelante no consideramos a nadie según criterios meramente humanos».

Si el apóstol Pablo dice que no consideramos a nadie según criterios humanos es porque debemos verlos con ojos espirituales, pero eso solo se logra cuando tenemos la revelación de Dios acerca de quiénes son los demás para él.

La mejor forma de saberlo es preguntarle, pero también, limpiar nuestra visión y no quedarnos con lo ordinario, que se ve con los ojos físicos, sino buscar lo extraordinario que solo puede verse con ojos espirituales.

Recuerda lo que dice Proverbios 25:1: «Es privilegio de Dios ocultar un asunto, y privilegio del rey descubrirlo». Tal vez no seremos siempre los elegidos para protagonizar, pero también seremos reyes si descubrimos los tesoros ocultos que hay en las personas.

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