Cada momento de la vida viene con sus desafíos: el comenzar una vida independiente, un primer trabajo, una nueva relación… Sin duda, hay mucho que aprender de cada temporada en la que el Señor nos coloca.
Sin embargo, una de las etapas que más me han llevado a aprender y a morir a mí misma, definitivamente, es la de ser madre, ya que implica una nueva relación, pero pareciera ser que un nuevo empleo también. No es solo dar y recibir amor, es también trabajo duro.
Hoy quiero reflexionar en tres cosas que he aprendido de Dios a través de esta etapa. Asimismo, llevarte a una breve introspección acerca de lo que has aprendido de Dios a través de las etapas más importantes que te ha tocado vivir.
- Una invitación a conocer el corazón de Dios
El tener en tus brazos a una persona que salió de ti y sentir la responsabilidad de cuidarla, alimentarla y defenderla es de las cosas que más me han hecho conocer el corazón de Dios. Cuando descubro el amor que una madre puede llegar a sentir naturalmente por su hijo, no puedo imaginar lo mucho que Dios amó a su propio Hijo. No solo eso, sino el hecho de que, por amor a los que estábamos enemistados con él, estuviera dispuesto a entregarlo en una cruz para hacernos también hijos suyos, me parece algo inimaginable.
Por otro lado, interactuar todos los días con esa personita, y en su fragilidad e inexperiencia, tener que tomar decisiones por ella o hacer cosas que no le gusten pero que son por su bien, me recuerda el amor con el que Dios nos disciplina. Y por el contrario, nosotros como hijos, muchas veces no lo entendemos y lo cuestionamos o nos molestamos, así como nuestros hijos lo hacen con nosotros. El ser mamá te ayuda a poner las cosas en perspectiva para poder ser mejor hija de Dios.
- El tiempo en el reino funciona diferente
Quien ha sido mamá seguramente ha pasado mucho tiempo agobiada. Preocupada por los quehaceres del hogar, por convivir con los hijos y por las cosas que no han salido como quisiera. Por creer que no estamos avanzando en el reino al pasar todo el tiempo recogiendo juguetes y lavando ropa, y no en intensa intercesión o en las calles predicando.
Dios me llevó a meditar recientemente en cómo resucitó a Lázaro. Parecía ser que Jesús estaba perdiendo el tiempo. Pues cuando se enteró que su amigo estaba enfermo se quedó dos días más en donde estaba (Juan 11:5-6). Pero los tiempos de Dios no funcionan igual que los nuestros. Él quería que las cosas sucedieran así para glorificarse en la vida de Lázaro.
De igual manera, deja que el Señor guíe tus pasos. No te agobies por lo que ya hiciste o no has hecho. Y deja que él trabaje contigo en sus tiempos. Haz lo mejor que puedas y arrójate en sus brazos. «Estén quietos y reconozcan que yo soy Dios». (Salmos 46:10, NVI).
- Tienes permiso de equivocarte
Creo que algo que he visto marcado de manera muy fuerte en las nuevas generaciones de padres es no poder hacer nada por temor a generar un «trauma» en los niños. Obviamente hay muchas cosas que las generaciones pasadas hicieron con sus hijos y que no eran correctas. Sin embargo, esto no quiere decir que no podamos equivocarnos. No implica que tengamos que sentirnos eternamente mal por un regaño en el que no hayamos sabido qué hacer o una discusión con la pareja.
Lo que yo he descubierto al ser madre es que lo importante no es no equivocarme. Es tener la actitud correcta cuando lo hago. En mi familia he notado que la clave es saber pedir perdón, tanto a los hijos como a la pareja. Ese cambio de actitud marca la diferencia. No solo eso sino que moldea en nuestros hijos el carácter de Cristo. En pocas palabras, lo que nos hace mejores padres no es ser «más» perfectos, sino ser más como Cristo.
Lo último que puedo decirte es que estás haciendo un gran trabajo. Cada decisión que tomas en la que consideras a tus hijos y buscas glorificar a Dios te acerca a ser quien debes ser en esta tierra. Que el día de hoy podamos reflexionar en todo lo que Dios nos enseña de sí mismo en cada etapa de nuestras vidas. Y que podamos también meditar en cómo el saber esto nos puede llevar a ser más como él.
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