A nadie en el mundo nos es de especial encanto visitar un cementerio. Hay algo particularmente abrumador y terriblemente solitario en esas filas y filas de sepulcros. Pero tal vez has visto un mausoleo, que es un lugar llamativo y suntuoso… aunque no deja de ser una tumba.
Jesús describe a los fariseos refiriéndose a ellos como «sepulcros blanqueados». Es decir, parecían impecables por fuera, pero estaban llenos de podredumbre por dentro (Mateo 23:27, RVR60). En una ocasión, asistió a casa de uno de ellos. Estando ahí, se le reclamó el no haberse lavado las manos al entrar. Jesús aprovechó el momento para enseñarles que la pureza que verdaderamente importa es la del corazón.
Hace poco conocí el caso de una persona que decía tener temor de Dios pero que comenzó a escalar en su posición laboral utilizando recursos incorrectos. Hablaba mal de sus compañeros de trabajo a las autoridades de la empresa y se ganaba la confianza de sus superiores por medio de engaños. Por mucho tiempo pensé en la injusticia que implicaba esta situación, el hecho de que una persona que solo amaba a Dios de labios para afuera hubiera obtenido una posición de tanto poder. Así como los fariseos de los que hablaba Jesús. Traté de pensar en pasajes bíblicos que hablaran acerca de la venganza del Señor y cosas por el estilo. Pero lo que aprendí de Dios en ese tiempo en su Palabra fue muy distinto a lo que pensé que encontraría.
Este mundo no se gana
Primeramente, me era importante recordar lo que Pablo decía a los corintios, «el que piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Corintios 10:12). Sé que yo tampoco estoy exenta de caer en los errores que otros han cometido, pero seguía muy conmovida por la historia que había escuchado acerca de esta persona.
En segundo lugar, la Palabra que encontré no me estaba llevando a orar por venganza, sino que el Señor me estaba llamando a dar lo mejor para él. El enfoque que aprendí era: de nada sirve ganar al mundo si me pierdo a mí mismo. De nada sirve que yo u otros intentemos lograr cosas por los motivos incorrectos, pues nos perderíamos a nosotros mismos.
El ejemplo de las personas que buscan fama, poder, estatus, nos recuerda solamente, como en la historia del joven rico, que se fue triste porque no quiso deshacerse de sus bienes, que todo en esta vida es pasajero y efímero. Que más vale ganar a Cristo que al mundo entero.
Jesús es suficiente
La canción «Mundo» de Un Corazón dice: «El mundo me ofrece espejismos, reflejos de fama y poder, pero entre más pruebo, vacío me siento y no veo hacia dónde correr». Eso es precisamente lo que aprendí al reflexionar en la vida de esta persona injusta. No importan las metas que esté persiguiendo, al final, son nada, vacío, pues ganar el mundo entero no sirve de nada sin Jesús.
Esta canción me recordó también que Jesús es suficiente. Que puedo verlo a él antes que a mis sueños personales. Todo lo que tengo proviene de él y es para él. Vale la pena una vida que busque glorificarlo antes que mis propios deleites. Que como dice la canción, nunca olvidemos la verdadera razón de nuestro cantar.
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