«¡Qué malos tiempos!», podrían pensar algunos después de todo lo que hemos vivido históricamente en los años recientes. ¡Pero qué buenos tiempos para compartir el evangelio!
Verdaderamente 2020 comenzó como un año difícil para la humanidad, un año de pérdida, de pausa, un año cuyo fin celebramos mucho, sin saber que nos esperaba otro muy similar. Ahora que estamos cerca de que termine el año nuevamente, me pongo a pensar en que no sabemos qué viene para este siguiente que nos espera, sin embargo, hay mucho que podemos aprender sobre lo que ha sucedido en este.
Algo de lo que más impacto me ha causado este año es cómo las situaciones a nuestro alrededor nos han llevado a recordar la vulnerabilidad del hombre. Pedro dice en su carta, «Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada» (1 Pedro 1:24-25, RVR1960). Por primera vez en muchos años, podemos reconocer esto de manera tangible. ¿Quién iba a imaginar que nos enfrentáramos ante un problema que como sociedad no pudiéramos resolver con tecnología? Lo veíamos en películas e historias de ciencia ficción, pero jamás pensamos verlo con nuestros propios ojos durante pleno siglo XXI.
La grandeza de Dios
Una de las cosas que podemos meditar ahora que hemos aprendido más sobre la fragilidad del hombre es acerca de la grandeza de Dios. En épocas pasadas, las iglesias construían grandes catedrales que hacían a las personas voltear sus ojos al cielo y sorprenderse de que algo tan grande y tan alto pudiera existir, y así pudieran imaginarse al Dios tan grande que tienen. Honestamente, hoy en día no importa qué tan grande sea un edificio, seguramente no te sorprenderá mucho que podamos construirlo.
Sin embargo, pasajes como el siguiente en el libro de Nahúm, comienzan este año a cobrar un significado diferente en mi vida. «Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan» (Nahúm 1:5, RVR1960). Verdaderamente tenemos un Dios tan grande que está al control de todo. Como continúa diciendo ese mismo pasaje, es quien está con los que le aman y quien no deja sin castigo al malvado. Él está sobre todos nosotros. «Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían. Mas con inundación impetuosa consumirá a sus adversarios, y tinieblas perseguirán a sus enemigos» (Nahúm 1:7-8, RVR1960).
Una nueva oportunidad
Uno de mis deseos para este año que se acerca, así como para nuestra vida entera, no es solamente que los tiempos mejoren, sino que verdaderamente podamos darnos cuenta de nuestra debilidad, de cuánto necesitamos a Dios y que comencemos a anhelarlo y adorarlo. Que quienes le conocemos podamos ser testigos de su bondad y fidelidad para quienes le aman, aun en los tiempos más oscuros, y podamos atraer a su presencia a aquellos a quienes la situación del mundo los ha llenado de problemas o de temor. Sin duda como dice el pasaje, él es un Dios que está cercano en el día de la angustia, pero cuyos enemigos serán perseguidos sin tregua. Que este sea un año de aprovechar esa fragilidad tan perceptible para atraer a otros al Evangelio de Cristo. ¡En él siempre hay buenas nuevas!
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