¿Te has preguntado en qué tiempo de tu vida estás? ¿Qué significa para ti experimentar lo que estás experimentando? ¿Qué te corresponde hacer en este momento de tu historia? Recuerdo lo que dijo El Predicador (sí, Salomón, pero hoy suena más propio su sobrenombre): «Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar… un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto» (Eclesiastés 3:1- 2, 4, NVI).
Como pueblo de Dios debemos ser entendidos de los tiempos. Después de haberse cumplido el cautiverio de Israel bajo el imperio persa, era tiempo de volver a Jerusalén a reconstruir lo más importante, el templo que fue destruido. Sin embargo, en vez de esto, ellos se enfocaron en edificar sus propias casas artesonadas. Por tal motivo, Dios levantó al profeta Hageo para decirles:
«“¿Acaso es el momento apropiado para que ustedes residan en casas lujosas mientras que esta casa está en ruinas?”… “¡Reflexionen sobre su proceder! Vayan ustedes a los montes; traigan madera y reconstruyan mi casa. Yo veré su reconstrucción con gusto, y manifestaré mi gloria —dice el Señor—» (Hageo 1:4, 7-8 NVI).
¿Qué espera hoy Dios de su pueblo?
El Señor continúa obrando a través de su iglesia y sigue moldeándola conforme a sus propósitos eternos. Actualmente nos encontramos en medio de una pandemia (debido a la enfermedad COVID-19) que se extendió muchísimo más de lo que se había proyectado. Hay muchas cosas en torno a estas circunstancias que desconocemos, pero sin duda, ¡es tiempo de doblar rodillas! Ya sea por la falta de respuestas o por las evidentes necesidades que esta situación ha provocado en la iglesia, es tiempo para que como pueblo de Dios, busquemos al Señor puestos de acuerdo en oración. Sin duda, seremos tentados a enfocarnos únicamente en nuestras propias necesidades, pero ahora más que nunca, debemos de ser un bálsamo para los que están atravesando angustia, dolor y desesperación.
Al igual que yo, estoy seguro que te ha tocado estar al tanto de las luchas que están librando tus hermanos en Cristo en este tiempo en particular. Esta semana nos hemos parado en la brecha en oración por personas con problemas de salud, dificultades familiares, necesidades económicas, lo cuál nos ha llevado a cumplir las palabras de Pablo: «Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran» (Romanos 12:15, NVI).
En este tiempo tan complicado, el amor de Dios puede brillar a través de quienes componemos su iglesia, que mediante una empatía genuina y una solidaridad activa, se cuidan entre sí, llevando las cargas los unos de los otros. Piensa un momento en alguien que sepas que no la está pasando nada bien y escríbele un mensaje que diga: «No estás solo o sola, estoy orando por ti». ¡No sabes el efecto que un simple mensaje puede tener en el corazón de alguien! Pueden marcar completamente la diferencia. Después, toma un tiempo, inclina tu rostro, dobla tus rodillas y clama al Señor por su poderosa intervención.
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