Recientemente, un amigo recibió una muy buena oferta de trabajo. Esta proposición, sin embargo, venía con un problema: implicaba que tuviera que mudarse a otro país. Pensando en las ventajas y desventajas de la decisión, mi amigo terminó haciéndose una pregunta que estoy segura todos nos hemos hecho al menos un par de veces en nuestra vida: «¿Cuál es la voluntad de Dios?».
Mientras mi amigo meditaba en esto, le daba temor tomar una decisión con base en sus sentimientos o en lo que personalmente le pareciera más atractivo, ya que quizás esto lo haría resolver algo que no fuera la voluntad de Dios. Esto le causaba mucha ansiedad día tras día, al punto que no lo dejaba dormir en las noches. Entonces, recordé un libro que había leído en mi adolescencia y lo desempolvé para darle algunos consejos. Este libro se llama «Haz algo» del pastor Kevin DeYoung, y trata de cómo muchas veces nos estresamos por buscar la voluntad de Dios y terminamos sin hacer nada o peor aún, tomando decisiones incorrectas con base en suposiciones o inclusive al azar. Estas son algunas de las conclusiones de mi reciente conversación al respecto con este amigo.
A Dios nadie le arruina los planes
Por un lado, pensar que las decisiones que tomamos son las que determinan si se cumple la voluntad de Dios es poner una carga muy grande sobre nuestros hombros. El Señor va a cumplir su voluntad, con nosotros o a pesar de nosotros, pues él es Dios soberano. Esto no implica que Dios solo se glorificará si mi amigo toma el trabajo, o si no lo toma. Nosotros no tenemos la capacidad de arruinar sus planes, eso sería sobreestimar nuestra habilidad humana. Nuestro comportamiento y actitud en cada uno de los lugares en que estemos son los que harán que él sea glorificado, no necesariamente el lugar en el que estemos. Él se encargará de ponernos en el sitio correcto.
Uno de mis versículos favoritos es Efesios 2:10: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (RVR1960). Somos nosotros la obra de él, no al revés, y es él quien ha preparado los caminos que hemos de andar y las obras que hemos de hacer. No quiere decir que nosotros no tengamos parte, pero definitivamente no arruinamos sus planes.
Pegados a Cristo
En segundo lugar, cuando tengas que tomar una decisión, preocúpate por estar tan pegado a Dios que te sea más fácil detectar lo que a él le gustaría para tu vida. Entre más leamos su Palabra, más tiempo pasemos en oración y más tiempo convivamos con su iglesia, será más fácil ver las cosas como él las ve y tomar una decisión que lo glorifique.
Dice el libro de Romanos que el que está en Cristo piensa en las cosas del Espíritu: «Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Romanos 8:5-6 (RVR1960). Si tu caminas con Dios, quiere decir que piensas en las cosas de él y, por lo tanto, cuando estés frente a una decisión, tomarás en cuenta lo que a él le agrada de manera automática. Como dice 1 Juan 2:17, el mundo y sus deseos pasarán, no nos enfoquemos en ellos. Pero el que hace la voluntad del Señor permanece para siempre.
Pidamos sabiduría
Hasta ahora sabemos que Dios es soberano y cumple su voluntad, y también que hay algunas cosas que podemos determinar porque andamos en él, porque leemos su Palabra, porque escuchamos el consejo de otros que lo aman, etc. Pero, además de todo ello, es bueno orar y pedir la ayuda de Dios cuando enfrentemos alguna toma de decisiones.
Pidamos a Dios que nos haga aptos para la obra que nos ha encomendado, como dice Hebreos 13:20-21. « Y ahora, que el Dios de paz —quien levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, y que ratificó un pacto eterno con su sangre— los capacite con todo lo que necesiten para hacer su voluntad. Que él produzca en ustedes, mediante el poder de Jesucristo, todo lo bueno que a él le agrada. ¡A él sea toda la gloria por siempre y para siempre! Amén» (RVR1960).
En conclusión, cada vez que este año te veas frente a una decisión, no te angusties ni te estreses, confía en que el Dios soberano que tienes está obrando en ti y en tus circunstancias. Ora a él para pedir sabiduría, escudriña su Palabra, pide consejo y finalmente ¡haz algo! ¡toma una decisión! No te quedes estancado. Sobre todo, confía en el Señor. «Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará» (Salmos 37:5 (RVR1960).
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