Una estrella que brilla para siempre
Hace poco me tocó ver una película muy famosa, cuya trama presenta una historia que he visto repetida una y otra vez en diversas narraciones. Me gustó que el final no fuera precisamente feliz, sino realista, porque el hecho de que las cosas no terminaran bien para los personajes me recordó muchas cosas de mi propia salvación.
Desde que inició la cinta era notable que el personaje principal estaba sumido en un hoyo muy profundo, con problemas de adicción, depresiones, etc., y yo me preguntaba cómo iba a poder hacer para salir de ahí antes del final de la película. Como en muchas historias, él conoce a una chica y sus amigos le sugieren que es ella quien lo salvará, quien lo ayudará a salir del abismo en el que está, que lo llevará a encontrar su camino. Como comentaba previamente, el final no fue feliz, ella no logró salvarlo de la manera que él había elegido vivir, por más que lo amara.
Sólo uno tiene poder para salvar
Esto me abrió tanto los ojos a mi propia vida, ¿cuántas veces no ponemos nuestra esperanza en alguna persona cuando nos encontramos en momentos de dificultad? En nuestra pareja, en algún amigo o familiar que nos saque del hoyo en el que estamos. Nos fijamos en aquellos que, por más que nos amen, no tienen el poder para salvar. Hacemos de todo menos alzar nuestra mirada hacia el cielo. El Salmo 121 nos invita a hacer justamente lo contrario: «Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra» (Salmo 121:1-2).
Me encanta la parte que sigue en este salmo, pues me recuerda que Dios es omnipresente y omnisciente. No hay nada que se le escape ni nada que no sepa acerca de mi situación. Él lo sabe todo y está al control de todo, ¿por qué habría de buscar en algún otro lugar? ¿por qué habría de confiar en alguien más, alguien que no puede con mis cargas? Él no comete errores, no busca lo suyo, no se cansa ni desmaya. Debo dejar de poner mis expectativas en mis seres queridos y comenzar a ponerlas en mi Salvador. «No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni se dormirá el que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre» (Salmo 121:3-8).
Para amar correctamente
Hace poco me tocó ver de cerca una situación difícil que le sucedió a un amigo cercano. Pude ver cómo esta persona oró al Señor y esperó pacientemente en medio de la dificultad. Ver este contraste entre mi amigo y el personaje de la película me hizo entender mejor que sin la seguridad y la identidad que Cristo nos da, verdaderamente no tenemos nada, no podemos salir adelante en nuestras adversidades, ni amar correctamente a quienes nos aman.
Sin Cristo en verdad estamos perdidos, no tenemos las herramientas necesarias para sanar nuestras propias heridas y enmendar nuestros problemas, así como un bebé no puede levantarse y conseguir su propia leche. Pero, si miramos al cielo, encontraremos el socorro que buscamos «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16). No seamos estrellas que sólo nacen y terminan por apagarse algún día, acerquémonos confiadamente a nuestro salvador y hallaremos a aquel que brilla para siempre.
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