Estarás de acuerdo conmigo en que el 2021 fue un año muy complicado para muchos. En mi caso, vi a muchos partir con el Señor, cambió mi situación familiar y laboral, así como un sinfín de factores que la COVID-19 trajo consigo. Por lo tanto, el inicio de año fue algo muy esperado y emocionante para mí. Comencé a hacer planes acerca de las clases nuevas que iba a tomar, los cambios en mis hábitos y rutinas que iba a establecer e inclusive pensé en adoptar una mascota para hacer algo nuevo.
Mi sorpresa fue que, en las primeras semanas del año, en mi ciudad anunciaron que se iniciaría una cuarentena de prevención contra la variante Ómicron, por lo que se cancelaron las clases a las que me había inscrito, no pude establecer al cien la rutina que hubiera deseado, e inclusive me ganaron la mascota que había acordado adoptar, pues cuando llegué alguien más la había adoptado. Como una torre de bloques de Jenga, en un segundo todos mis planes se vinieron abajo. En ese momento oré y pensé: «Señor, ¿realmente viene otro año malo? No sé si pueda con más».
¡Esto no está bien!
Con el paso de algunas horas, me di cuenta de que seguía molesta con la situación y me senté a meditar sobre qué podía hacer. Esto me hizo pensar que la circunstancia en la que me encontraba, en la que no me estaba pasando nada malo, sino que simplemente se habían frustrado mis planes del nuevo año, me estaba causando el perder mi contentamiento. Eso no estaba bien.
Cuando amamos al Señor, también nos es necesario reconocer que sus planes son mejores que los nuestros y que no es nuestra voluntad la que debe cumplirse. «Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos—afirma el Señor—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!» (Isaías 55:8-9, NVI). En parte, molestarme con la situación que estaba viviendo era no reconocer que Dios tenía pensamientos y caminos más altos que los míos, y eso no estaba bien.
Por lo tanto, tomé un tiempo para pedir perdón al Señor y recordar lo que dice su Palabra. Él nos invita a descansar en su verdad, a no estar ansiosos por nada y a dejar el año en sus manos, se vea como se vea el panorama. En él siempre hay esperanza. No importa si el 2022 mejora o si vemos cosas aún peores de las que hemos visto en los últimos años, tengo una verdad de dónde asirme: «Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza» (Jeremías 29:11, NVI).
Preparados para todo
Un buen ejemplo de alguien que vivió de todo fue Pablo, que decía: «Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez» (Filipenses 4:12, NVI).
¿Qué lo hacía poder vivir en todo tipo de situación? No fue solo la experiencia, porque así como hay a quienes las experiencias los vuelven más fuertes, hay quienes salen más amargados de ellas. Más bien el secreto, como dice Pablo en ese mismo capítulo, es mantenernos firmes en el Señor y alegrarnos siempre en él, pues sabemos que su venida se acerca.
Si algo nos inquieta en este nuevo año, Dios nos ha dado la herramienta de la oración para poner todo en sus manos, pues reconocemos que sus planes son de bien y más altos que los nuestros. Sigamos adelante, en las buenas y en las malas, y cómo dice este mismo capítulo de Filipenses: «¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!». Dejemos que el Señor frustre todos nuestros planes si es necesario, pero que se lleven a cabo los suyos.
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