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Una casa ordenada

Hace poco escuché una frase que me abrió un poco los ojos a la realidad de cierto asunto. Un pastor decía que no tenemos tiempo para lo que no queremos tenerlo. Cuando no alcanzamos a hacer algo, simplemente es porque decidimos dar prioridad a otras cosas, no porque necesitemos más tiempo. Esto me ayudo a poner en perspectiva muchas de las decisiones que tomo día a día, pues en mi vida hay mucho que en papel quiero hacer pero que en la realidad no logro.

Dice el Salmo 103 que la misericordia de Dios es «desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra» (Salmo 103:17-18, RVR1960). Es decir, quien pone a Dios primero, le teme y guarda su pacto, tiene el favor de Dios, su misericordia y su justicia. Es como una fórmula matemática, quien honra a Dios y lo pone primero, es también honrado por Dios. Pero, por otro lado, como dice Isaías 42:17, los que confían en los ídolos serán avergonzados.

A veces, solemos creer que debemos elaborar todo un plan para poner esto por obra y debemos encontrar la manera de hacernos de tiempo para las cosas de Dios. Pero algo que he descubierto en mi vida personal es que realmente funciona al revés. Si nosotros le damos prioridad a las cosas de Dios, él nos ayuda a tener tiempo para lograr todo lo demás. Esto yo lo he comprobado muchísimas veces en momentos de dificultad.

¡A limpiar!

A mí y a mi familia nos gusta mucho ver series de televisión que tratan acerca de limpiar casas de personas muy desorganizadas. Me parece muy divertido, así como satisfactorio, ver cómo personas muy prácticas se horrorizan al entrar al hogar de quienes no le dan importancia al orden y la limpieza y ponerse manos a la obra. Muchas veces esa casa ordenada ya, termina luciendo como nueva.

En ocasiones trato de hacer lo mismo con mi vida: me siento en el escritorio a trabajar y me doy cuenta de que hay muchos papeles desorganizados y me pongo a acomodarlos. Al acomodarlos, me doy cuenta de que hay una mancha en el suelo, y antes de darme cuenta ya trapeé y barrí toda la casa, ya lavé la ropa y mil y un tareas más, sin haber realizado el trabajo que verdaderamente necesitaba realizar. Lo que me sucede es que intento preparar mi espacio de trabajo para poder trabajar y dejarlo tan limpio como en esas series de televisión y a final de cuentas, esa preparación me robó el tiempo que iba a utilizar para terminar.

Algo similar sucede a veces con nuestro corazón. Queremos eliminar malos hábitos, hacernos de una buena rutina de lectura de la Palabra, etc. y ya después que tengamos todo resuelto venir a Dios. Queremos limpiar nuestra casa antes de invitar a Jesús a pasar. ¡No funciona así! Más bien debemos, como dice su Palabra, venir a él con todas nuestras cargas y él nos hará descansar, y él nos llevará por sus sendas. Es decir, él pondrá orden.

Como dice el mismo Salmo 103. «Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila» (Salmo 103:3-5, RVR1960). No dudes en acercarte el día de hoy al Señor y verás cómo comenzará a ponerse en orden toda tu casa.

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