Cuando meditamos sobre el apóstol Pablo, generalmente pensamos en un extraordinario misionero, un gran apóstol, un vigoroso evangelista o en un siervo admirable. Hoy quiero hablar de una de sus facetas que por lo regular pasa inadvertida: Pablo como un amigo excepcional. Echemos un vistazo a este aspecto de su vida con la finalidad de aprender de él y descubrir la importancia que tiene un buen amigo en términos de la vida cristiana y el servicio a Dios.
Un buen amigo
Primero, debemos definir lo que constituye la virtud de la amistad. ¿Qué determina que una persona sea un buen o mal amigo? Un buen amigo es aquel que ve por tu propio bien, y no hay mayor bien que vivir un vida que cuente para la eternidad. Francis Chan dijo alguna vez: «No hay mayor fracaso que tener éxito en las cosas que no importan en la eternidad». ¿Qué mejor amigo que aquel que te ayuda a perfilarte hacia las cosas eternas? ¿Qué mejor amigo que aquel que tiene el valor de decirte: «No mal gastes tu vida en cosas pasajeras»?
Un hombro para llorar
Ahora sí, ¡veamos a Pablo en acción! 2 Timoteo 4 nos muestra un cuadro emotivo y poderoso. Vemos a este siervo en la recta final de su vida. Un hombre que no solamente carga cicatrices en su espalda y en su cuerpo, también las porta en su alma y corazón. Nadie mejor que Pablo conocía el elevado costo del discipulado. Servir a Dios había implicado sufrimiento, abandono y soledad. ¿Qué necesitas en momentos así? La compañía de un buen amigo, alguien con quien tengas la libertad de no ocultar tus lágrimas, alguien que te dé palabras de aliento, alguien que con su cálida compañía conforte nuestro corazón. «Haz todo lo posible por venir a verme cuanto antes», le dijo a Timoteo, su fiel amigo y amado colaborador.
Un amigo en el ministerio
El obispo anglicano, J.C. Ryle, en su sermón «¡El mejor amigo!» declaró: «Este mundo está lleno de tristeza porque está lleno de pecado. Es un lugar oscuro. Es un lugar solitario. Es un lugar decepcionante. El rayo de sol más brillante es un amigo. La amistad reduce a la mitad nuestros dolores y duplica nuestras alegrías». En el ministerio, un buen amigo puede ser crucial para mantenerse firme en tiempos de adversidad.
De Pablo podemos aprender que el ministerio implica cultivar relaciones de amistad. Tristemente, hoy muchas personas sirven en sus iglesias pero no tienen una relación afectiva con los demás colaboradores. Pasan tiempo juntos sirviendo a Dios dentro de la iglesia, deseando que acabe el servicio para no saber más de ellos el resto de la semana.
Una relación que va más allá del trabajo
En Hechos 20 encontramos a Pablo en compañía de siete personas que dejaron sus trabajos para emprender un viaje misionero por el gozo de vivir vidas que contaran para Dios. ¿Acaso su relación se limitó al cumplimiento de objetivos? El pastor y escritor Jack Deere dijo en una de sus predicaciones: «El corazón del ministerio es la amistad, hacer lo que amas con las personas que amas». Pablo les declara a estas personas que sería la última vez que verían su rostro. La respuesta de ellos nos muestra el tipo de relación que compartían. «Después de decir esto, Pablo se puso de rodillas con todos ellos y oró. Todos lloraban inconsolablemente mientras lo abrazaban y lo besaban. Lo que más los entristecía era su declaración de que ellos no volverían a verlo. Luego lo acompañaron hasta el barco» (Hechos 20:36-38, NVI).
Toda persona necesita buenos amigos en el ministerio. No se tú, pero al final, yo también quiero derramar lágrimas, lágrimas de amor y gratitud, por la dicha de haber emprendido el mismo viaje, sobre la misma barca, porque «En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano». (Proverbios 17:17, NVI).
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