Hoy comienza un nuevo año, el día en el que emprendemos nuevas metas, sueños y proyectos. El día en el que sentimos el ímpetu para correr con fuerza la carrera llamada 2021. En medio de toda esa inercia, fuerza y emoción, toma un momento y ¡detente! Muchas veces no queremos «soltar el acelerador» porque pensamos que ir más despacio y tomar tiempos de reflexión es una pérdida de tiempo, cuando en realidad es todo lo contrario.
No me malinterpretes, no te digo que abandones los sueños o que renuncies al deseo de avanzar. Sin embargo, es bueno tomar tiempos de quietud y autoanálisis para evaluar nuestras motivaciones y así buscar ser más eficaces en lo que nos proponemos. A continuación, compartiré algunas preguntas de reflexión que espero te brinden dirección en el comienzo de este nuevo año lleno de retos y oportunidades.
¿Por qué hago lo que hago?
Detente un momento y piensa en la motivación de todo aquello que deseas emprender. Aun nuestros proyectos ministeriales deben de ser expuestos a la luz de nuestros deseos más profundos. Tal vez lo hacemos por la presión de sentirnos útiles, valorados y respetados por las demás personas. Cuando nos damos cuenta que el Padre nos ama por lo que Cristo hizo y no por lo que nosotros podamos hacer por él, viene paz a nuestra vida y nos deshacemos de la presión de «hacer» para ser aceptados por los demás.
¿Para qué hago lo que hago?
También detente un momento y piensa en el alcance de tus proyectos. ¿Tienes una visión clara de lo que quieres lograr? A veces corremos tan de prisa con la presión del activismo, que no planificamos y evaluamos realmente qué es lo que queremos lograr mediante aquello que emprendemos. Somete a prueba tus planes, cuestiónalos, medítalos para que al final puedas estar seguro que verdaderamente vale la pena el esfuerzo.
¿Para quién hago lo que hago?
Por último, detente y piensa en el objeto de tus proyectos. Pablo le dijo a los Corintios: «…háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31, NVI). Al reflexionar en esto, podemos desenmascarar el orgullo y el egoísmo que a veces se esconde incluso de nosotros mismos. De esta manera podemos arrepentirnos y corregir el rumbo para que todo lo que hagamos sea con el propósito de exaltar y glorificar el nombre del Señor.
Recuerda también que en esta carrera no vamos solos. Piensa en las implicaciones de tus proyectos, evalúa el costo-beneficio al analizar de qué manera afecta o beneficia a tu familia, tus amigos, tu iglesia, tu paz interior y tu relación con Dios. Hay cosas no negociables, mucho más importantes que ciertas aspiraciones y no vale la pena ponerlas en riesgo.
Ahora sí, después de reflexionar, ¡avanza con todas tus fuerzas sin voltear hacia atrás!
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