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2020, un año que jamás olvidarás

No cabe duda que éste ha sido un año inolvidable, ¡y no precisamente por motivos agradables! Muchos que comenzaron el año con nosotros ya no están, otros inclusive en este momento están luchando por su vida.

Si hace 365 días me hubieran dicho que toda la población tendría que salir a la calle con cubrebocas, que los niños ya no podrían entrar a los supermercados, que las plazas, cines y gimnasios permanecerían cerrados la mayor parte del año, ¡no lo hubiera creído! Este ha sido un tiempo de muchos cambios. Hoy las noticias acerca de los avances y la aplicación de las vacunas para prevenir la COVID-19 en algunos países, despiertan para muchos una luz de esperanza en medio de la oscura incertidumbre. Los acontecimientos que giran alrededor de la pandemia quedarán marcados en la historia, pero no es lo único que debemos recordar cuando todo esto haya terminado.

El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento también pasó una larga temporada de prueba en el desierto, cuarenta años para ser precisos. En medio del calor de la dificultad, el Señor les prometió tiempos de paz y saciedad, les garantizó la heredad de la tierra prometida, pero también les ordenó que no olvidaran cómo Dios los sostuvo amorosamente en cada etapa del peregrinaje.

«…ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios. No dejes de cumplir sus mandamientos, normas y preceptos que yo te mando hoy. Y cuando hayas comido y te hayas saciado, cuando hayas edificado casas cómodas y las habites, cuando se hayan multiplicado tus ganados y tus rebaños, y hayan aumentado tu plata y tu oro y sean abundantes tus riquezas, no te vuelvas orgulloso ni olvides al Señor tu Dios, quien te sacó de Egipto, la tierra donde viviste como esclavo. El Señor te guió a través del vasto y horrible desierto, esa tierra reseca y sedienta, llena de serpientes venenosas y escorpiones; te dio el agua que hizo brotar de la más dura roca; en el desierto te alimentó con maná, comida que jamás conocieron tus antepasados. Así te humilló y te puso a prueba, para que a fin de cuentas te fuera bien. No se te ocurra pensar: “Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos”. Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza; así ha confirmado hoy el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados» (Deuteronomio 8:10-18, NVI).

Cuando esta pandemia haya terminado, no olvides cómo Dios proveyó en medio de la escasez, no olvides cómo confortó tu corazón para que las preocupaciones no tomaran el control de tus emociones, no olvides cómo Dios trajo consuelo y paz en medio de la pérdida de seres queridos, no olvides cómo él fue tu compañía en medio del aislamiento, no olvides cómo él infundió las fuerzas para no abandonar su camino en este año de retos y tempestades, no olvides cómo, a pesar de las carencias, Jesús fue suficiente para tu alma. Un año se aproxima a sus últimas horas, pero la fidelidad de nuestro Dios continúa hasta el final.

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