Dios es dueño de grandes títulos en la Biblia. Algunas veces se le llama «el Señor de los ejércitos», en otras el «Alto y Sublime», o el «Rey de reyes y Señor de señores», entre otros. Estos nombres denotan su imponente grandeza, su incomparable majestad. Él es el creador del cielo y de la tierra y sostiene providencialmente todas las galaxias. En cambio nosotros somos… sí, somos tan frágiles y pequeños.
Al ser expuestos a su indescriptible magnificencia podemos llegar a preguntarnos: ¿un Dios tan grande está al pendiente de pequeños detalles? Muchas veces pensamos: «No creo que a Dios le interese mi problema, ¡seguro tiene cosas más importantes que atender!». Querido lector, la gran noticia es que ese mismo Dios que sostiene los mares con la palma de su mano, es Emanuel, que significa «Dios con nosotros». ¿Qué tan detalladamente se relaciona Dios con sus hijos? Jesús enseñó en Mateo 10:30: «y él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza» (NVI). También él —siendo Dios sobre la tierra— entró a la casa de Zaqueo, comió con publicanos, lloró por la muerte de Lázaro, dejó que María se sentara a sus pies, ¡y hasta lavó los pies de sus discípulos!
¿Cómo impacta nuestro corazón el saber esto? Nos da la confianza de acercarnos a Dios y depender de él aun en aquellos aspectos de nuestra vida que solemos considerar como insignificantes. Él no sólo se encarga de sostener todas las constelaciones, también está al tanto de nuestras necesidades más básicas. Jesús fue muy claro en el Sermón del Monte: «Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?” Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan» (Mateo 6:31-32 ,NVI).
Si bien el cristiano no debe limitarse a considerar a Dios en cada detalle de su vida (por más pequeño que parezca), una de sus premisas básicas es que todas sus peticiones deben estar orientadas a la voluntad de Dios y con el propósito de glorificarle. Por eso Jesús añade: «busquen primeramente el reino de Dios y su justicia». También Santiago advierte: «Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones» (Santiago 4:3, NVI).
Dios está aun en los pequeños detalles; aun en los pequeños detalles, busca darle la gloria a Dios.
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