En el mes de junio se celebra el día del padre en muchos países de América Latina, y no podemos pasar por alto el reflexionar en el amor de nuestro Padre celestial. La mayor recompensa que se nos otorgó al ser rescatados mediante el sacrificio de Cristo, es que fuimos hechos partícipes de la perfecta comunión con el Padre. A continuación, compartiremos cinco aspectos del amor del Padre que te ayudarán a valorar el enorme privilegio que tenemos como sus hijos.
- El amor del Padre es eterno
«Porque el Señor es bueno y su gran amor es eterno; su fidelidad permanece para siempre» (Salmos 100:5 NVI).
En medio de un mundo lleno de cosas efímeras, podemos alegrarnos al saber que el amor del Padre es eterno. Los recursos que emanan de su amor, tales como el afecto, la paciencia, la fidelidad, la ternura, entre otras cosas, nunca cesarán en nuestra vida, porque su amor es como una fuente inagotable. No solo en el presente gozamos de su amor, tenemos la promesa de que por la eternidad seremos receptores del gran amor de nuestro Dios.
- El amor del Padre es perfecto
«…el amor perfecto echa fuera el temor.…» (1 Juan 4:18 NVI).
Hemos visto que seremos partícipes del amor del Padre por la eternidad, y algo asombroso es que ni hoy ni en un millón de años nos cansaremos o aburriremos de su amor, porque su amor es perfecto. El hecho de que su amor es perfecto quiere decir que es completamente deseable. Su amor es tan atractivo, tan extraordinario, que si todo el mundo pudiese ver con claridad, no habría persona sobre la tierra que no lo anhelara con toda su alma.
- El amor del Padre es incondicional
«Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 8:28-29 NVI).
A pesar de que pasaremos por temporadas en nuestra vida donde nuestro amor por Dios mengüe, su amor por nosotros es incondicional. Sin duda el Señor se contrista y se duele cuando pecamos, pero sus brazos siguen abiertos porque él no nos mira con reproche. Él no nos ama por lo que hemos hecho, él nos ama por lo que hizo Cristo Jesús a favor de nosotros en la cruz. ¡Correspondamos a su amor incondicional con una vida de santidad!
- El amor del Padre es incomparable
«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16 NVI).
Nadie en este mundo nos podrá ofrecer un amor como el de nuestro Padre celestial. Cuando pecamos es porque caemos en el engaño de que el mundo puede ofrecernos algo mejor de lo que Dios nos da. La demostración más grande de su amor incomparable es el hecho de que el Padre dio lo mejor de sí, entregó a su Hijo unigénito para salvarnos y darnos vida eterna.
- La disciplina es una muestra de su amor
«Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido» (Proverbios 3:12 NVI).
Por último, es importante mencionar que el amor de Dios también se ve reflejado a través de la disciplina. Un padre amoroso no se quedará con los brazos cruzados cuando ve que su hijo se desvía. Lo ama tanto que, con ternura y mansedumbre, corregirá su rumbo para que no se extravíe del camino. Así es nuestro Padre, nos ama tanto que a través de su disciplina nos transforma para nuestro bienestar y protección. Demos gracias a Dios por su amorosa disciplina que nos muestra cuan entrañable es su amor por nosotros.
Comentarios en Facebook