Todo en esta vida está estructurado por «temporadas». Por ejemplo, en la agricultura existen temporadas de lluvia, de siembra o de cosecha. Haz memoria de distintas áreas de tu vida, y podrás comprobar que cualquiera de ellas puede apreciarse a través de las temporadas.
Recuerdo de niño cuando mi papá hizo el esfuerzo de emprender un negocio. Comenzó con la temporada de «picar piedra»; tengo vivos recuerdos de acompañarle a tocar puerta por puerta para ofrecer sus productos de limpieza. Posteriormente, vino una temporada de crecimiento y expansión internacional. Hace poco tiempo y tras muchos años de arduo trabajo, concluyó el negocio con la temporada de cierre. Al final, podemos calificar las temporadas como buenas o malas, pero si algo tenemos por cierto, es que no tenemos la certeza de lo que nos depara en el futuro. Si bien tenemos el deseo de que las temporadas por venir sean buenas, es una realidad que las pruebas forman parte de la vida tanto de creyentes como de no creyentes.
En medio de dicha incertidumbre, existen verdades espirituales que no cambiarán pase lo que pase, venga lo que venga. A continuación, compartimos tres puntos de reflexión que te ayudarán a enfrentar las temporadas de la vida (buenas o malas) de una manera trascendente a la luz de la voluntad de Dios.
Pase lo que pase, la misión no cambia
El discípulo de Cristo se caracteriza por mantener intacta su misión. Ejemplo tenemos en el apóstol Pablo. En Filipenses 4, expresa que le ha tocado vivir temporadas de pobreza y abundancia, de quedar saciado como de pasar hambre. En medio de esto, declara: «He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias». Ya sea sobre una embarcación o detrás de las rejas, delante de reyes o de filósofos, Pablo nunca dejó de predicar el evangelio. Si te cuesta trabajo compartir la Palabra en ciertas temporadas, recuerda que cuentas con la ayuda del Espíritu Santo, que puede llenarte de valentía para cumplir tu misión.
Venga lo que venga, nuestra adoración no cambia
Nuestra devoción a Dios no esta circunscrita a temporadas prósperas únicamente. Pablo y Silas adoraron desde la cárcel, Job mantuvo su integridad a pesar de las calamidades, los amigos de Daniel no se doblegaron ante la estatua del rey a pesar de que eso los llevaría a un horno de fuego. Nuestra fe y nuestra pasión por Dios brilla con más intensidad cuando adoramos a Dios en medio de pruebas y dificultades. Cuando adoramos en medio de aflicciones, estamos declarando que Dios es suficiente para nuestra alma, sin importar lo que suceda a nuestro alrededor. Dios es digno de adoración en todo tiempo.
Dios está por encima del tiempo y del espacio
Tú y yo podemos enfrentar diversas temporadas, pero Dios está por encima de ellas. A él nada lo toma por sorpresa, no hay temporada que le debilite. Él sigue siendo el mismo ayer, hoy y por siempre. No tiene la necesidad de cambiar porque él ya es perfecto. Su consejo es eterno y sus promesas inmutables. Él ha prometido estar con nosotros hasta el final, y no importa lo que estés enfrentando en tu vida, él te sostendrá. Aunque no podamos verlo, él siempre está obrando, sacando provecho aún de las temporadas que nos hubiese gustado evitar.
No te sientas mal si te has caído en desánimo al enfrentar temporadas difíciles, pero cobra aliento, Dios está contigo, él te ama y cuidará de ti. Tu vida está segura en sus manos.
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