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A qué vino Jesús

Si hemos puesto nuestra confianza en Jesucristo para la salvación, nos consideramos creyentes en Jesús —discípulos suyos, en el mejor de los casos— y así nos proclamamos. Sin embargo, cuando es momento de explicar a otros acerca de quién es y a qué vino Jesús al mundo, muchos de nosotros nos «congelamos». Respondemos vaguedades o respuestas parciales que no hacen mucho por informar a un posible interlocutor interesado, o tal vez curioso, acerca de la persona que atrajo nuestro corazón hacia sí para siempre.

Aquí te presento tres ideas que puedes meditar e interiorizar, con la finalidad de tu propia edificación, pero también para que puedas compartir con facilidad a otros quién es nuestro Señor y qué es lo que él hizo.

Jesús vino a mostrarnos quién es Dios

La gente por lo general desconoce cómo es Dios. Tal vez tú te has preguntado lo mismo. Lo más impactante es que Dios tomó la iniciativa de revelarse a nosotros, simples mortales, que estábamos en rebeldía y pecado contra él. La forma maravillosa que eligió para revelarse fue justamente a través de su Hijo único, Jesús. ¡Sí! Se hizo ser humano, frágil, de carne y hueso, con la finalidad de que podamos conocerlo verdaderamente. Él mismo nos dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9, RVR1960).

Jesucristo —cien por ciento Dios y cien por ciento hombre— es el único capaz de representar para nosotros lo que es —¡y quién es!— Dios. ¡Y no solo eso! Por su vida obediente y su sacrificio, nos permite crecer conforme a lo que él mismo es, para que la imagen de Dios se vaya conformando en nosotros. La forma en que podemos conocer mejor cómo es él para imitarlo es a través de la Biblia.

Jesús vino para nuestra bendición

El acto de humildad más asombroso de toda la historiad es el siguiente: «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos» (2 Corintios 8:9, RVR1960). El hijo de Dios, rodeado de inmensas riquezas celestiales, se humilló al hacerse un ser humano y no precisamente para vivir una vida de lujos y comodidades; él fue a la cruz a morir como un criminal.

¿Con qué propósito se hizo toda esta hazaña de amor extravagante? Pablo nos lo explica en el versículo mencionado previamente: para que nosotros fuéramos enriquecidos. Para entender esto hay que analizar las riquezas a la luz de la eternidad. ¿A que tipo de riquezas hace referencia Pablo? Es un hecho de que no está hablando de riquezas terrenales, pues la Biblia enseña que estas al final perecerán.

Recuerda brevemente tu condición antes de conocer a Jesús. Él nos llevó de lamento a gozo, de sufrimiento a paz, de enemistad a profundo amor, de condenación a propósito. Él ha transformado nuestros corazones a tal grado que ahora podemos dar fruto y bendecir a otros. Él ganó para nosotros el poder relacionarnos con Dios, algo que no se puede pagar ni con la suma de todo el dinero del planeta.

¿Cuál es, entonces nuestra riqueza? ¡Jesús mismo es nuestra riqueza! Entre más conoces a Jesús, el mundo debe de identificar en ti la plenitud que no se encuentra en nada de lo que este mundo ofrece. Además, al conocerle, somos profundamente transformados y tenemos la capacidad de impactar a este mundo con dones y recursos que provienen de él.

En la tierra, podremos experimentar carencias, pero si tenemos a Cristo, gozamos de su plenitud y tenemos riquezas eternas que son incalculables. Esto nos convierte en las personas más dichosas y privilegiadas

Jesús resucitó y volverá por nosotros

Jesús dejó su trono de gloria, se hizo hombre y murió en la cruz por nuestros pecados. A través de esto hemos visto el profundo amor que Dios tiene por la humanidad.

Pero algo asombroso es que la historia no termina ahí. Él no se quedó en la tumba, él resucitó al tercer día y este acontecimiento está lleno de promesas. El mismo Espíritu que levantó a Jesús de los muertos vive dentro de nosotros y ha comenzado una obra poderosa al vivificarnos. Él nos saca del temor y la desesperación y nos lleva a vivir una vida abundante que apunta más allá de la muerte.

Jesús completó la obra y ahora tenemos la esperanza, de que un día, así como él resucitó, nos resucitará también a nosotros para vivir una eternidad en comunión con él. Así es, ¡un día lo vamos a ver con nuestros propios ojos! Así como ascendió al cielo, él prometió que un día regresará por nosotros.

Sin importar cualquier prueba o aflicción que puedas experimentar en el presente, no pierdas la mirada en ese día. Corre la carrera con los ojos puestos en la meta, el día en el que el Señor nos dará la gloriosa herencia que Cristo ganó para nosotros. Anhelemos ese día, en el que el cielo se abrirá y veremos al Señor Jesús en toda su gloria y resplandor venir por una iglesia gloriosa.

Al pensar en todo lo que Jesús ha hecho y ha prometido, no hay otra respuesta coherente más que vivir una vida de gratitud y gozosa entrega a él. Jesús hizo los méritos que nadie más pudo hacer, gano para sí un nombre que es por encima de todo nombre, y un día toda rodilla se doblará y todos confesarán que Jesucristo es el Señor.

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