Muchas iglesias alrededor del mundo están volviendo a sus reuniones presenciales. Esto es algo que todos hemos celebrado, pero al mismo tiempo ha representado un enorme desafío para los pastores y líderes en general. La reactivación de ministerios ha sido una labor bastante compleja, la carga emocional también ha sido pesada. Muchas personas amadas han dejado de congregarse por distintas razones más allá del cuidado de la salud. Es importante que recordemos lo vital que es congregarnos con nuestros hermanos para ser edificados en la fe.
Vence la comodidad
Debemos tomar en cuenta que el aislamiento fue por el cuidado de la salud, no porque sea algo que nos convenga o para estar más cómodos. El aislamiento fue un «mal necesario», dado que Dios nos llamó a desarrollar nuestra vida de fe en comunidad. La instrucción de la Palabra es clara: «No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca» (Hebreos 10:25, NVI). Probablemente estando en cuarentena te acostumbraste a asistir a las reuniones de manera virtual, tomando mayores «libertades» que de costumbre, y a estas alturas ya te cuesta trabajo volver a la dinámica presencial.
La realidad es que una reunión virtual nunca cumplirá con el propósito congregacional. Nuestra atención a la Palabra es menor, la adoración detrás de una pantalla es más propensa a distracciones, y la labor de animarnos unos a otros también es mucho más complicada.
Retoma tu servicio
Si por motivos de salud todavía no puedes asistir a tu iglesia, ¡ten paciencia! Pero si tu iglesia ya comenzó a tener reuniones presenciales, ¡involúcrate! Seguramente el peso de la responsabilidad que antes recaía en varios ahora lo están cargando unos pocos fieles. Comienza a reactivar tu servicio al Señor, siempre tomando todas las precauciones necesarias para el cuidado de tu salud y los que están a tu alrededor.
¡Jesús es digno de nuestra fraternidad! «Que el Dios que infunde aliento y perseverancia les conceda vivir juntos en armonía, conforme al ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y a una sola voz glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 15:5-6, NVI).
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