¿Acabas de terminar una relación y tu alma está hecha pedazos? ¿Has perdido recientemente a un ser querido? ¿Has sido lastimado por personas o líderes de tu misma iglesia? ¿Alguien cercano traicionó tu confianza? Sea que estés pasando por esto u otras pruebas, tu corazón está lastimado. Quizás has escuchado personas decir: «¡Ánimo! Todo pasa con un propósito». Tu mente lo entiende, pero eso no alivia el profundo dolor de tu corazón.
Una herida abierta no solo representa una etapa dolorosa para ti. Sin darnos cuenta, esas heridas nos llevan a lastimar a otras personas, por lo general a los más cercanos, a aquellos que más se preocupan por nosotros. De alguna manera pensamos: «Estoy atravesando dolor, los demás deben de entender mis malas reacciones para con ellos». Las heridas nos ciegan a los sentimientos y a las mismas pruebas que están enfrentando los demás que están buscando la manera de ayudarnos a salir adelante. Así es, tus heridas te llevaran a lastimar a otros, a menos… sí, a menos que pases el proceso en los brazos de Jesús.
El lugar de Jesús
¿Qué lugar ocupa Jesús en tu proceso? ¿Es a caso una fuente secundaria a la que de pronto acudes para ver qué ayuda puede brindarte? ¿O, literalmente, has tomado la decisión de rendirle todo el control, confiando en su amor y cuidado para con tu vida? Su precioso evangelio nos enseña que no somos el centro del universo —que no todo se trata de nosotros— mientras sana tiernamente nuestras heridas y nos cubre con su paz cuando la ansiedad acecha a nuestra alma.
En vez de lastimar, inspira
En los brazos de Jesús, en vez de lastimar a otros con nuestras acciones producto de las heridas, logramos inspirarlos con actitudes y acciones que solo se pueden lograr asistidos con el poder de su gracia. Por ejemplo, a una madre que acaba de pasar por un divorcio, sin darse cuenta, su dolor la lleva a lastimar a los más preciado para ella: sus hijos, pero en los brazos de Jesús, encuentra un refugio y un amigo con quien derramar su corazón, alguien que limpiará las lágrimas de sus mejillas, mientras fortalece sus propios brazos cansados para poder abrazar a sus hijos y dar lo mejor para su familia.
No te sientas mal si no «has estado al cien por ciento» para los demás. Gracias a Dios hay amigos y familiares muy empáticos al dolor y a la prueba que estamos pasando, pero pon tus ojos en Jesús y encuentra en él la fuerza y la plenitud de tu alma. Recuerda sus hermosas palabras que nos dicen: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma» (Mateo 11:28-29, NVI).
Comentarios en Facebook