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¿Qué significa ser pobre en espíritu?

«Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece» (Mateo 5:3 NVI). Estas palabras son la introducción de un mensaje que predicó Jesús sobre una montaña. Si es una enseñanza que salió de la boca de nuestro Señor, ¡vaya que es importante! Y es fundamental entenderla también. Además, esto es bueno para nosotros porque existe una promesa para aquellos que son de esta manera. Primero, dice que son dichosos (o muy felices). Y segundo, porque, ¡el reino de los cielos les pertenece! Así que, ser pobres en espíritu, definitivamente no es poca cosa.

 

Si no profundizamos en la enseñanza bíblica podríamos caer en la mala interpretación de pensar que Jesús está hablando en términos socioeconómicos. Tampoco está hablando de abrazar una postura de timidez, debilidad o flojera. Este es un asunto espiritual, un tema del corazón. Por eso dice: pobres «en espíritu».

 

Lo que denota la palabra pobreza

Jesús era un maestro de la comunicación. En este caso, elige sabiamente una palabra que denota un aspecto que debería ser un sello o una marca característica de sus seguidores; la necesidad. Así como la pobreza económica apunta a la necesidad de cosas materiales, ser pobre en espíritu apunta a la necesidad de Dios.

 

Ahora bien, toda la humanidad está profundamente necesitada de Dios. Sin embargo, la bienaventuranza permanece exclusiva para aquellos que humildemente reconocen su condición. Es entender que espiritualmente estamos en bancarrota cuando estamos apartados de Dios. Es reconocer que nuestros méritos no son suficientes para alcanzar el estado de justicia.

 

Ser pobres en espíritu es reconocer nuestra profunda necesidad de Cristo y de su gracia divina para cada aspecto de nuestra vida. Como Jesús dijo en Juan 15:5 (NVI): «separados de mí no pueden ustedes hacer nada». Cuando abrazamos esta actitud, estamos elevando a Cristo y su obra; estamos declarando que toda nuestra necesidad de salvación, justicia, santidad y afecto es satisfecha en su perfecta suficiencia. Jesús es «aquel que lo llena todo por completo». (Efesios 1:23, NVI) ¡Jesús es el único que puede satisfacer nuestra alma sedienta!

 

Ejemplos de pobreza en espíritu

Podemos elevar nuestra comprensión respecto a esta gran verdad cuando observamos ejemplos prácticos de personas que abrazaron la pobreza espiritual. Uno de ellos es Isaías, quien siendo un profeta (y quizás uno de los hombres más rectos de Israel), expresó con estas palabras su profunda necesidad a la luz de la santidad de Dios: «… ¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!» (Isaías 6:5, NVI) Otro ejemplo es el apóstol Pablo. Al expresar la lucha interna en contra del pecado, declara lo siguiente: «¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?» (Romanos 7:24, NVI) ¡La buena noticia es que ambos fueron asistidos por aquel que es rico en misericordia!

 

Si decimos: «Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece», el contraste sería: «Desafortunados los autosuficientes, porque sus méritos jamás les alcanzarán para ganar el reino de los cielos». En una ocasión los fariseos criticaron a Jesús por compartir la mesa con publicanos y pecadores, a lo que Jesús contestó que no son los sanos los que tienen necesidad de un médico y que él no vino a llamar a justos sino a pecadores. ¿Jesús dijo que los fariseos eran justos? ¡Para nada! Pero solamente aquellos que humildemente reconocen su necesidad de Cristo son aquellos que serán «sanados» de sus pecados y gozarán de una íntima comunión con Dios.

 

Dejemos todo orgullo de lado, y recibamos la dicha que proviene de depender de Jesús en cada aspecto de nuestra vida.

 

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