Uno de los mayores obstáculos para entender nuestra identidad y nuestro propósito en la vida —lo que Dios nos ha llamado a hacer— es no entender con claridad cuánto somos amados.
Sin duda, uno de los versículos más conocidos en la Biblia es Juan 3:16: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Creo que muchos lo hemos memorizado incluso desde la infancia.
«Todo aquel»
Definitivamente lo conocemos como uno de los versículos bíblico esenciales porque condensa el mensaje de salvación de forma efectiva. Me encanta que dice «todo aquel», no «algunos», porque Dios no amó nada más a algunos de nosotros, ¡nos ama a todos nosotros! Sin embargo, si me pongo a pensarlo, durante toda mi vida cristiana una de las cosas con las que más he batallado es realmente creer precisamente eso, cuánto me ama Dios a mí. Sospecho que no soy la única.
Cuando piensas que no eres amado, la consecuencia es que aceptas otros pensamientos negativos acerca de ti: crees que no eres aceptado, que no eres una persona agradable, que no tienes potencial y que realmente no puedes hacer nada en la vida. Pero cuando crees que alguien te ama, en especial Dios, eso te impulsa a ser una mejor persona, te impulsa a cumplir tus sueños y a creer que hay cosas grandes para ti.
He podido entender cada día más —y no solo entender sino creer, dejar que eso caiga en mi corazón— que Dios me ama a mí, no solo «a todos los demás». ¡A mí! Entonces es puedo creer que Dios tiene grandes propósitos para mi vida y sueños para mí, y entonces puedo vivir y caminar confiada en quien él me ha hecho.
«Hechura suya»
No sé en qué parte de este proceso te encuentres: tal vez ya pasaste por ahí y ahora eres un testimonio vivo de lo que digo. Tal vez estás en el medio y en camino de vencer un falso concepto de ti o del amor de Dios… o quizá ni siquiera te habías puesto a meditar en ello. Si mis palabras cuentan de algo, que sean la inspiración para comenzar tu jornada descubriendo cuánto te ama Dios.
Te aseguro que cuando llegamos al punto de creer que sí, Dios tiene un gran propósito para cada uno de nosotros—nació en su mente, ¡claro que es grande!— es cuando podemos dejar a un lado una gran cantidad de mentiras que se hablan acerca de nosotros, que al darles cabida en nuestra alma, van in crescendo: primero, que no valemos, luego, que no nos vemos bien, que no podemos hacer algo, y finalmente, que somos un fracaso.
Eso no es lo que Dios habla acerca de mí ni de ti. Efesios 2:10 dice que somos «hechura suya» y creados con el propósito de andar en buenas obras. Es más, ese versículo dice que Dios pasó tiempo planeándolas para nosotros: «las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas». ¿Te das cuenta que Dios ocupó sus pensamientos en ti, antes de que siquiera existieras?
Así que, cuando somos libres de esas mentiras, y por el contrario, somos llenos del amor de Dios, podemos verdaderamente cumplir su propósito y caminar siendo las personas que Dios nos ha llamado a ser.
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