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No siempre tengo la razón

¿Alguna vez has sentido que no eres tomado en cuenta? Quizás en ocasiones, en tu trabajo o familia, se toman decisiones importantes sin preguntar tu opinión, sin valorar tu experiencia o visión. ¿Alguna vez has sentido que te suceden cosas injustas? ¿Que el trabajo o la opinión de otros es mejor valorada que la tuya?

Muchas veces nos frustramos porque las cosas a nuestro alrededor no salen como quisiéramos, porque otros no nos ven como quisiéramos que nos vieran o porque no recibimos el aprecio y valor que esperamos. Estoy seguro que esto es algo que Jesús experimentó muchas veces, y cada vez que me molesto con alguien porque no elige la opción que a mí se me hace más lógica o eficiente, cada vez que alguien no está de acuerdo conmigo o que no es tomado en cuenta mi trabajo, antes de hacer algún reclamo, tengo que detenerme a pensar en todo el sufrimiento que Jesús vivió y en cómo es incomparable con lo que me sucede a mí.

En esas situaciones, me pregunto: ¿Cuál habrá sido el secreto de Jesús para escuchar insultos y no responderlos, para ver que algo injusto se decidía contra él y no reaccionar en queja ni pensar mal de aquellos que lo enjuiciaban, sino de lo contrario, pedir al Padre: «Perdónalos porque no saben lo que hacen»? ¿Cuál habrá sido su secreto para caminar en silencio, como oveja al matadero, frente a tanto odio, desprecio y traición? Su misma Palabra me lo recuerda, él diciendo que sus ojos no estaban puestos en eso, ¿cómo habría entonces de molestarle? Sus ojos estaban puestos en el gozo que venía delante, en el fruto de su sufrimiento, en la gloria que vendría después. Su fe le permitió permanecer callado.

Sabios en opinión propia

Hace poco tuve un desacuerdo con una persona con quien trabajo; yo creía que la decisión que yo quería tomar era la correcta, pues pensaba que era la más eficiente, la más productiva y la que menos esfuerzo requeriría. Sin embargo, la otra persona pensaba en los costos de la decisión que yo quería tomar, los cuales económicamente iban a ser más altos que los que actualmente eran. A pesar de que cada quien tenía una perspectiva muy distinta y válida, en ocasiones tendemos a creer que somos muy sabios y que debe respetarse nuestra opinión pues tenemos mucha experiencia y conocimiento para respaldarla. Me hacía enojar mucho que la otra persona no me entendiera y también que no valorara mi percepción de manera más alta o igual a la suya. Y lo que sucedió fue que, con esa actitud de ambas partes, fue imposible ponernos de acuerdo.

Fue ahí cuando encontré el siguiente versículo: «Si ustedes son sabios y entienden los caminos de Dios, demuéstrenlo viviendo una vida honesta y haciendo buenas acciones con la humildad que proviene de la sabiduría; pero si tienen envidias amargas y ambiciones egoístas en el corazón, no encubran la verdad con jactancias y mentiras. Pues la envidia y el egoísmo no forman parte de la sabiduría que proviene de Dios. Dichas cosas son terrenales, puramente humanas y demoníacas. Pues, donde hay envidias y ambiciones egoístas, también habrá desorden y toda clase de maldad» (Santiago 3:13-16). Este pasaje por sí solo fue suficiente para hacerme guardar silencio y dejar de pensar que había sabiduría en mi opinión, y me abrió los ojos para entender que la razón de mi actitud provenía en gran parte de motivos egoístas y que no tenían nada que ver con el Señor. Su Palabra siempre nos ayuda a ver las cosas como son de maneras muy claras.

Lo que nos espera

No sólo este pasaje nos abre los ojos para ver cuando estamos haciendo las cosas mal, sino que después nos habla también acerca de cuál es la verdadera sabiduría del Señor. «Sin embargo, la sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y del fruto de buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera. Y los que procuran la paz sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de justicia» (Santiago 3:17-18).

Cada vez que sientas que estás siendo tratado de manera injusta, que la gente no está considerándote como debería y que tu opinión no está teniendo la plataforma que debería, piensa en esta descripción que el Señor hace de la sabiduría que pertenece a su reino. Y piensa también en Cristo, en cómo soportó toda clase de vituperios e injusticias sin abrir la boca para quejarse. Así como para él, el sufrimiento que nosotros pasamos en esta vida no se compara con la gloria que nos espera. Perseveremos en conocerle y en ser más como él, manso y humilde de corazón.

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