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¡Esto es asombroso!

Dios conoce cada parte de mí, no sólo porque me creó, sino que está al pendiente de mí cada día de mi vida, y conoce cada aspecto de ella. Antes de que yo tome una decisión, él sabe que es lo que haré, y nada que ni yo ni alguien más pueda hacer se escapa de su conocimiento ni de su poder.

No solamente tiene la voluntad de cuidar de mí, sino que tiene el poder para hacerlo, al grado que dio a su hijo para rescatarme y hacerme parte de su familia. Es por eso que en ocasiones no logro entender cuando escucho comentarios de gente que dice que no ora mucho a Dios porque no quiere «molestarlo» o «ocuparlo» con sus problemas. La realidad es que nuestro Dios es poderoso, capaz de estar al cuidado de cada uno de sus hijos en todo momento y en todo lugar.

¿Dónde está Dios?

El Salmo 139 expresa esto: «¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremos del mar, aún allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra» (Salmo 139:7-10).

No solamente podemos estar seguros de que la presencia de Dios irá con nosotros en todo momento, sino que no tenemos porqué temer de que así sea, ya que para quienes hemos sido perdonados por él, por haber creído en su Hijo, no tenemos la presencia de Dios para que nos vigile a ver en qué nos equivocarnos o cómo castigarnos, sino que el Espíritu Santo nos guía, nos instruye y nos redarguye para ir creciendo en el conocimiento de Cristo.

Saber que tenemos un Dios omnipresente y que está con nosotros en todo momento es algo que debe traernos seguridad y confianza, pues no hay lugar al que podamos ir al que él no vaya con nosotros para cuidarnos; tenemos un Dios maravilloso.

Dentro de sus planes

Este Dios que lo sabe todo y bajo cuyo control todo está, planeó cada uno de nuestros días. No sólo creó nuestro cuerpo y nuestra alma… «Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre» (Salmo 139:13) …sino que creó toda una vida que habríamos de vivir, eligió el lugar y tiempo en el que naceríamos, todo planeado a detalle: «Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas» (Salmo 139:16).

Verdaderamente tenemos tantas cosas por las cuales agradecer a nuestro Dios, mil y una razones para buscar su presencia, mil y una razones para querer estar con él, mil y una razones para alabarle, así como él tuvo mil y un pensamientos acerca de nosotros, que como dice en este mismo salmo, son más numerosos que la arena del mar.

¿Cómo responder?

Cuando vemos todo lo que Dios ha hecho por nosotros, la manera en que nos ha creado y el amor que nos ha tenido, no nos queda hacer otra cosa mas que corresponder en pasión, en una búsqueda intencional e implacable de su presencia, pues no hay nada más en esta vida que pueda satisfacernos mas que aquél que nos creó y que planeó nuestra existencia, que conoce nuestro corazón y el propósito por el cual fuimos creados. Al ver todo esto sólo podemos terminar clamando como el salmista: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno» (Salmo 139:23-24).

Señor, examíname, revisa cada parte de mí y hazme saber si está de acuerdo a tu voluntad. Quiero saber si soy esa persona que tú creaste para propósitos eternos, o si me estoy desviando de tus caminos. Avísame, ayúdame, quiero seguirte en el camino eterno, pues tú me amaste primero.

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