Nuestros juegos infantiles dicen más acerca de nosotros de lo que pensamos. Casi todos soñamos alguna vez con ser maestros, doctores, policías o bomberos, tal vez por lo heroico de estos oficios. Pero había ciertos juegos que más que formas de entretenimiento se convirtieron en una manera en la que, sin saberlo, profetizamos acerca de nuestro futuro.
En nuestra capacidad de personificar a cualquiera de estos héroes se refleja una pasión y la expectativa de aquello en lo que soñábamos convertirnos. Entonces la vida era divertida y emocionante. Ha llegado el momento de volver a representar a la persona que Dios ha dicho que fuimos creados para ser y así declarar con nuestros actos en quién nos estamos convirtiendo.
La habilidad de caracterización es una de la cualidades más asombrosas de los niños. Meterse en uno de sus juegos es trasladarse a un mundo creado por su poderosa imaginación en el que el principio es simple: si lo puedes imaginar, lo puedes vivir, hasta que se termine el juego.
Existe una estrategia para el manejo del tiempo que dice: «Actúa como si ya fueras un excelente administrador de tu tiempo». En otras palabras, juguemos a que eres una persona organizada con el reloj. Según Brian Tracy, autor del libro Administración del tiempo, una persona puede cambiar sus acciones, hábitos y comportamientos cuando finge hasta conseguir lo que se ha propuesto.
La vida se pone emocionante cuando deseamos, soñamos y aspiramos ser la persona que Dios dice que somos. Sin embargo, nuestras esperanzas se frustran cuando esperamos que convertirnos en ese alguien dependa de circunstancias externas y no de acciones que nacen de nuestra voluntad.
¿Qué tal si aplicamos la estrategia de administración del tiempo a todas las áreas de nuestra vida?, ¿qué tal si empezamos a personificar a quien Dios dice que somos hasta que descubramos que esa es la persona que en realidad fuimos creados para ser?
Cuando éramos niños era fácil convertirnos en cualquier personaje que nuestra mente pudiera imaginar, no había poder adulto que lograra convencernos de que no éramos el arqueólogo que ayudó a Indiana Jones a corregir sus errores de procedimiento o un científico y militar que lograría evitar que la energía nuclear se usara para fines de guerra.
En nuestros juegos siempre aspirábamos a más y eso es a lo que Dios nos llama. Sin embargo, hay una brecha entre lo que creemos que somos y lo que deseamos ser que parece imposible de cerrar. Las cosas son diferentes cuando empezamos a personificar a quien Dios dice que somos, a jugar que somos él o ella, a vivir en las promesas de Dios y en la identidad que tenemos en él.
Dios también cree en el poder del «como si». Fíjate en lo que dice la Biblia en Romanos 4:17: «El Dios en quien Abraham creyó es el Dios que da vida a los muertos y llama a las cosas que no son como si fueran».
Dios habla para nosotros y acerca de nosotros en la Biblia jugando a que las cosas que parecieran no ser, ya son. Si él llama las cosas que no son como si fueran, ¿por qué no las vivimos como si fueran? No hay una mejor manera de creerle a Dios que personificar sus promesas desde el mismo momento en que las recibimos, finalmente en eso consiste la fe: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve», Hebreos 11:1 (RVR60).
Ahora, échale un vistazo a esto:
- «Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: “¡Abba! ¡Padre!”», Romanos 8:15 (NVI).
- «Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable», 1 Pedro 2:9 (NVI).
- «Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas»», Josué 1:9 (NVI).
Si ya fueras todo lo que Dios dice que eres (y estos tres ejemplos son solo una parte de lo que él probablemente ya te ha dicho, quizá en más de una ocasión), ¿cómo te comportarías?, ¿qué estarías haciendo de manera diferente?, ¿qué cambiaría en tu forma de pensar y de ver la vida?, ¿qué expectativa tendrías acerca de tu futuro?
Empieza a jugar a ser esa persona a quien él se refiere hasta que descubras que eres él o ella y no otra, y que no hay palabras que te definan diferentes a las que él ha dicho acerca de ti.
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