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Ustedes sirven a Dios con su trabajo.

Jesús fue carpintero, una profesión noble y al mismo tiempo común, que lo mantuvo en el anonimato hasta los 30 años cuando su ministerio se hizo visible. 

A veces creemos que tener un ministerio es un asunto solo para predicadores, pastores y adoradores. Ignoramos que, como Jesús, hay épocas en las que realizaremos actividades que parecen más ministeriales como orar, adorar, predicar, sanar a los enfermos; pero en otras, tendremos que hacer tareas que aparentan ser menos espirituales como preparar informes, tener reuniones, cumplir horarios, o vender un producto. 

Creemos equivocadamente que ministerio es todo aquello que hacemos para Dios, mientras el trabajo es para los hombres. ¿Será que, aunque no lo decimos, pensamos que recibir una retribución económica le resta santidad a nuestro trabajo o lo pone en una categoría inferior a lo que hacemos por amor a Dios y a su reino? 

La Biblia dice que acumulemos nuestros tesoros en el cielo. La forma de hacerlo es a través de nuestro llamado. ¿Qué es ese llamado? Es simplemente lo que Dios nos llamó a hacer. ¿Cómo descubrirlo? Está es nuestro ADN. Fuimos equipados con las características necesarias para realizar con excelencia determinadas tareas. Con ellas Dios, el comunicador por excelencia, nos ha enviado un mensaje. 

1 Pedro 4:10 dice: «Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios». No le restes valor a tu capacidad para hacer negocios, diseñar, tu aptitud para entender fórmulas químicas o aprender idiomas, si quieres que tu actividad sea tu ministerio solo cumple con este mandato: hazlo todo para el Señor. 

Tu forma de ganarte la vida no está separada de tu ministerio ni de tu llamado. ¿Quieres acumular tesoros en el cielo? Administra bien tus dones y sé consciente de que lo que haces es una de las formas en que la gracia de Dios se manifiesta en tu vida y en la de otros. Ponlo al servicio de las personas sea que te paguen por eso o no. Lleva todo lo que haces a un nuevo nivel de excelencia, dedicación y servicio porque no es para los hombres, es para Dios. 

Mantente firme en tu trabajo, persevera en la obra de Dios porque sabes que ningún esfuerzo para él es inútil (1 Corintios 15:58). 

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