Que nos bajen de este bus llamado vida
Cuando éramos niños le teníamos miedo a la oscuridad, ahora le tememos a la luz, al agua, al gas ¡y a todos los servicios públicos que tenemos que pagar cada mes! Porque a medida que crecemos, también crecen nuestras responsabilidades, el sueño de ser grandes se vuelve realidad y descubrimos que no estábamos preparados para eso.
¿Te pasó a ti? Cuando teníamos cinco años la cosa pintaba bien, pero queríamos cumplir 10; tener una década de vida no estaba mal, pero deseábamos ser quinceañeros, por fin llegaron los 15 y con ellos el acné y un indescriptible descontrol hormonal, por esa razón anhelábamos pasar a los 20, entonces quisimos ser eternamente veinteañeros, esa edad en que la vida todavía puede tomarse medio en serio medio en broma. Sin darnos cuenta, la dicha se acabó rápido, llegamos a los 25 y ahí fue cuando dijimos: «Espere por favor, me quiero bajar».
Preguntas trascendentales
Cuando éramos pequeños, cumplir años era un acontecimiento para celebrar, pero con el paso de los años mientras cantamos el Happy Birthday, ya no pensamos en qué forma tienen los regalos y qué maravilloso objeto hay en su interior, o en cuantas rebanadas de pastel nos darán por se los homenajeados, no. Preguntas más trascendentales rondan nuestra mente: «¿Qué he hecho en estos años que sea realmente significativo? Cuando mi vida se acabe, ¿habré dejado huella en este mundo?».
Entonces, así llegamos a las típicas frases: «Si pudiera regresar el tiempo», «Todo era más fácil cuando era niño», «Extraño la escuela», «¡Qué bonitos eran esos tiempos!», «Antes le tenía miedo a la oscuridad, ahora le tengo miedo a la luz…».
El viaje comenzó bien, pero se ha vuelto vertiginoso y ya no estamos disfrutando el trayecto. Algunas veces quisiéramos que este bus tuviera un timbre de parada y, de vez en cuando, poder detener la vida para dar un respiro. Es como cuando nos lanzamos de un tobogán, el miedo se hace más grande mientras la velocidad aumenta.
Pero todos sabemos que de este bus no se baja nadie hasta que Dios así lo decida, ¿sabes por qué? Porque él es el conductor de este bus, así que no importa si vamos por el borde de un abismo, si la carretera está llena de huecos, si las condiciones afuera son adversas, mientras él conduzca todo estará bien. La tragedia realmente ocurre cuando tratamos de quitarle el volante.
Por eso cuando cumplas años, celébralo, porque tus arrugas no dicen lo viejo que estás sino que hablan de la experiencia que tienes. No te dejes presionar, ¿quién dice que hay que tener hijos antes de los 30?, ¿quién asegura que hay que viajar después de graduarse de la universidad? El que tiene 40 y no se ha casado, ¿por qué cree que la vida le asignará un gato?
No nos bajen de este bus llamado vida
Necesitamos vivir un día a la vez. Este bus llamado vida lo conduce Dios, pero a veces somos nosotros los que presionamos el acelerador esperando que algo ocurra rápido. Nos olvidamos de vivir, pensando en lo que hicimos y lo que dejamos de hacer, en lo que haremos y en lo que no podremos hacer.
Vivir un día a la vez es soltar ese acelerador, tomar nuestro asiento y mirar por la ventana para así poder contemplar el bello paisaje que nos estábamos perdiendo a causa de la velocidad. Disfruta el viaje de la vida y sopla las velas del pastel cuantas veces sea necesario, aunque en ese momento se te salga la placa dental.
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