Año nuevo, una verdad sin la que no puedes iniciar.
«Dios te ama», ¿cuántas veces has escuchado esa frase? En el contexto eclesial, seguramente miles. Es aquella que sale de nosotros por defecto cuando nos piden que saludemos a la persona que está al lado en año nuevo y la bendigamos con una palabra, entonces sacamos el as que tenemos bajo la manga: «¡Dios te ama!».
El problema es que cuando verdades como esta se repiten una y otra vez, se convierten en ideas comunes y corrientes que aparentemente dejan de tener efecto, no impactan, transforman o hablan. Pero no por lo repetida, usada y quizá gastada que sea, está bien que ignoremos su significado, profundidad y la forma como esas tres palabras pueden transformar nuestra vida o la de alguien más.
Dios te ama con todo su corazón
Probablemente estás pensando: «Ok, entiendo que Dios me ama y eso es suficiente. Pero decir que me ama con todo su corazón puede ser exagerado».
Antes de ir a la Biblia te lo demostraremos de una manera práctica: piensa en un padre o madre; si tú lo eres, lo entenderás mucho mejor. Un padre que tiene tres hijos puede amar a cada uno de la misma manera, esto ocurre porque tiene la capacidad de dividir su corazón en tres partes perfectamente iguales, ¿verdad? No, en realidad no es así como funciona.
Pregúntale a cualquier papá o mamá con qué parte de su corazón ama a sus hijos, ellos te dirán que a cada uno lo ama con todo su corazón. ¿Cómo es posible? Porque el amor por cada uno de sus hijos es particular, único, no se compara con otro, pero es un amor que ama con todo lo que tiene, con todo lo que es.
Romanos 8:16 dice: «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios».
Un amor único e indivisible
El error que cometemos es creer que tenemos que dividirnos el corazón de Dios entre todos sus hijos (que nos parece una multitud) y conformarnos con una pequeñísima parte de él, de su atención, de su tiempo, de sus recursos y sus cuidados. Por eso tenemos pensamientos como que Dios está ocupado, tiene asuntos más importantes que resolver, o que no a vale la pena tratar con é temas fútiles.
Sin embargo, la parábola del hijo pródigo nos muestra cómo es el corazón del Padre (Léela completa en Lucas 15:11-32). ¿Podría decirse que amaba más a un hijo que al otro? Claramente es un papá en problemas porque su hijo mayor no entiende la forma en que lo ama a él, pero tampoco comprende el amor que siente por su hermano y la forma en que lo manifiesta. Su amor por cada uno es único, excepcional, completo y diferente.
Si el hijo mayor se hubiera alegrado como su padre por la llegada de su hermano, otra sería la historia, pero no tendríamos con quien identificarnos cuando vemos que Dios, de diversas maneras, muestra amor por alguno de sus hijos y entonces dudamos de que nos ame a nosotros también.
El amor de Dios por cada uno de sus hijos es completo, ama igual al obediente y al necio, al que siempre ha estado con él y ha sido fiel, pero también al que se apartó de él. Dios no tiene su corazón dividido.
Un amor completo
Primera a los Corintios 13: 4-8 no solo habla de la forma en que Dios desea que ames sino de la forma en que él te ama a ti: El amor de Dios por ti es paciente, es bondadoso. El amor de Dios no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. Su amor no se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor que Dios siente por ti no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Él todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor de Dios jamás se extingue… (NVI, paráfrasis del autor).
En cuanto a tus hermanos, regocíjate en el amor de Dios por ellos, no hay porqué competir, nada que dividir ni qué repartir. El amor de Dios es completo por ellos como lo es por ti. «Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos», Romanos 8:29 (NVI).
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