¡Adiós Wilson! ¡Bienvenido 2019!
¿Qué habría pasado en la película El náufrago si su protagonista, Chuck Noland, no se hubiera aferrado a su mejor amigo Wilson? La respuesta queda abierta, pero nosotros creemos que posiblemente se habría encontrado con Dios. No lo juzguemos sin examinarnos primero. Desprendernos de lo que tenemos no es tan simple como parece.
Es difícil dejar ir, desde la ropa que no hemos logrado sacar del clóset, asegurando que un día la usaremos de nuevo, hasta esas personas que no queremos soltar. No importa cuántas veces nos hayan dicho que después de 10 años esos pantalones ya no se ajustan a nuestra anatomía, o que sepamos, aunque no queramos admitir, que algunas relaciones nos producen más mal que bien.
Todo inicio implica un final.
Empieza un nuevo año y todo inicio implica un final. Los finales nos llenan de melancolía, sucede cuando se acaban las vacaciones, la temporada de nuestra serie favorita o una relación. Y como dicen que recordar es vivir, tomamos como hábito pensar con nostalgia en tiempos pasados porque nos recuerdan las experiencias que nos hicieron sentir vivos.
Pero el dilema con los nuevos comienzos no solo es la añoranza del pasado sino la incertidumbre acerca del futuro. A Chuck le pasó: se aferró a su acompañante Wilson, pero en un instante de ira lo lanzó lejos de él para luego correr angustiado ante la posibilidad de haber perdido lo único que tenía. Esa escena refleja el miedo que sentimos de no ser capaces de enfrentar el mañana sin aquello que tanto significado tiene o tuvo para nosotros.
¿A qué estamos aferrados que no le da lugar a lo nuevo que Dios nos quiere dar? ¿Cuál es ese Wilson que por más que intentamos no hemos dejado ir?
Nos invaden los recuerdos
El 2018 está terminando y nos invaden los recuerdos: el arrepentimiento de lo que no hicimos para cumplir nuestros objetivos o la satisfacción de haber alcanzado nuestras metas, la gratitud por lo que obtuvimos o el dolor de no tener lo que queríamos. El problema de no soltar, tanto lo bueno como lo malo es que el éxito nos deja demasiado seguros y el fracaso nos llena de miedo a volver a perder.
Por eso nuestro consejo es empezar el 2019 con la maleta vacía, despojados de todo remordimiento, pero también del triunfalismo que trae la victoria. Lo primero no tiene ninguna utilidad, lo segundo es muy peligroso, las dos cosas nos impiden acercarnos a Dios ya sea por vergüenza o por orgullo.
Nos gustaría asegurar que el 2019 va a ser muchísimo mejor que el 2018, no podemos hacerlo nosotros, mejor aún, lo hace Dios: «Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza», Jeremías 29:11.
El próximo año de tu vida
Puede ser que el próximo año tu vida se desarrolle como una de esas buenas películas que tienen mucha acción, un toque necesario de drama, suspenso y buen humor. Pase lo que pase recuerda que tu historia es dirigida por Dios y que la obediencia te ayudará a no salirte del guion escrito por su propia mano.
Aférrate a la esperanza que te dará valentía y te ayudará a descansar seguro (Job 11:18), esa que solo puede darte aquel que es el comienzo y el final, el mismo que de la nada lo hizo todo, el que te sostiene para que puedas decirle adiós a Wilson y te da lo necesario para recibir con gratitud absolutamente todo lo que está por venir.
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