Que existan tantas religiones en el mundo es la muestra de que el ser humano necesita rendirle culto a algo o alguien que considere más grande que él, alguien en quién poner su confianza. Cuando tenemos un encuentro con Dios y experimentamos su presencia, entendemos que es él quien merece toda adoración. En ese momento nuestra vida cobra sentido porque somos conscientes del propósito para el cual fuimos creados: adorarlo.
Sin embargo, el pecado nos ha hecho susceptibles de no cumplir ese propósito. Como un virus, el pecado se reproduce fácilmente, invade de forma nociva al organismo y cambia según la información genética de quien lo porta, porque genera mayor debilidad en las áreas en las que nuestros antepasados fracasaron. Además causa dolor, enfermedad e incluso nos lleva a la muerte.
La buena noticia es que existen varios antídotos que curan ese virus, todos con la esencia de Jesús, el único humano que no pecó. Uno de los más efectivos para permanecer sanos y cumplir nuestro propósito, es la música.
Esta atrae a muchos, capta la atención fácilmente y actúa con rapidez. La música nos une alrededor de una pasión en común, nos ayuda a expresar sentimientos, genera ideas cuando nos falta creatividad, cambia el estado de ánimo y es un álbum de recuerdos.
Por eso se han formado brigadas bajo el nombre de «eventos» o «conciertos» a los que se ha llevado este antídoto con el propósito de que muchos se encuentren cara a cara con Dios, descubran para qué fueron creados y sean liberados del pecado. Lo interesante es que quienes experimentan ese cambio se contagian del deseo de llevar a otros a que conozcan su propósito a través de la música.
Eventos como éstos son una oportunidad para hacer realidad lo que dice el Salmo 150:6 «¡Que todo lo que respira alabe al Señor!»Las luces, el humo e incluso la música, son solo herramientas para atraer a las personas y para que Dios mismo, a través de Jesús, se convierta en el centro de su vida.
Para que la música llegue a conocerse y funcione para transmitir el antídoto al virus que nos separa de Dios se organizan eventos en todo el mundo. Sin embargo, tenemos claro que la música es solo un medio, mas no el fin. Su propósito es la adoración, poner a Dios en el centro y rendirlo todo a él para disfrutar su promesa: que al hacerlo, él sane nuestra tierra (2 Crónicas 7:14).
Dios, en su bondad, creó la música para edificar nuestro espíritu mientras hacemos lo que nuestros sentidos disfrutan —cantar, bailar, aplaudir al ritmo de unos acordes bien combinados e instrumentos magistralmente interpretados— y así todos sepamos que la adoración es la mejor medicina para los corazones afligidos.
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