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Eres suficiente

¿Alguna vez te has encontrado en una situación en la que has dudado de ti mismo y te has preguntado si eres suficiente en lo que haces? Creo que es algo que a todos de algún modo u otro nos ha sucedido.

Cuando yo era estudiante, una de mis clases favoritas era la de filosofía. Solía poner mucha atención en clase y leer todo lo que el profesor nos asignaba de tarea cada semana, preguntaba mis dudas y realizaba mis tareas. En una ocasión, el maestro decidió aplicar un examen me sentía muy segura de todas mis respuestas. Sin embargo, al salir del mismo y platicar con mis compañeros sobre lo que habían contestado en su examen, me quedé toda la semana dudando que fuera a obtener una calificación aprobatoria. Al llegar a la siguiente clase, después de todos esos días de imaginar que mi nota no sería tan buena, mi sorpresa fue que obtuve un cien. Recuerdo además que recibí una felicitación de parte del profesor por haber sido la mejor calificación del salón.

He notado es que así como nos pasa con nuestras habilidades y conocimiento, muchas veces dudamos también de nuestra identidad en Cristo al compararnos con otros que creemos fuertes en la fe. Nos vemos en el espejo y nos damos cuenta de nuestro pecado y de nuestras imperfecciones, recordamos las veces en las que hemos fallado, las cosas que nos faltan por conocer de la Biblia, los errores que hemos cometido en nuestro ministerio o lo mucho que nos falta ayudar al prójimo para parecernos a Jesús; al vernos en ese espejo vemos todo menos a un cristiano ejemplar.

¿Quién te dijo eso?

Recientemente comenzó una moda en las redes sociales que se llama «¿Quién te dijo eso?» Trata acerca de desmentir cosas de uno mismo que no son ciertas pero que has creído toda tu vida porque alguien te lo dijo en alguna ocasión. Me he topado con historias de personas que buscan mejorar su autoimagen reflexionando sobre esto y hacen declaraciones como: «Yo nunca me reía porque en alguna ocasión alguien me dijo que mi risa era molesta» o «Yo nunca usaba vestidos porque alguien me dijo que no me veía bien con ellos».

Pensaba en esto cuando recientemente leí la segunda carta a Tito, en la que Pablo le habla acerca del mensaje del Evangelio y después dice: «Esto es lo que debes enseñar. Exhorta y reprende con toda autoridad. Que nadie te menosprecie» (Tito 2:15, NVI). Al leer esto, me puse a pensar en todas las veces que me había frenado de hablar un mensaje de la Palabra a alguien o de orar por alguna persona, por creer que no tengo esa autoridad que el Evangelio nos ha otorgado, y en vez de ello me he llenado muchas veces de temor, pensando que recibiré respuestas negativas, haciendo justo lo contrario a lo que Pablo dice, permitiendo que otros o inclusive que yo mismo menosprecie este mensaje.

Recordé una cosa muy importante, que la verdad no es verdad en base a lo que otros crean de ella. Muchas veces eso hemos pensado de manera inconsciente, y le damos demasiado valor a las opiniones que escuchamos en los medios, en las redes sociales, con nuestros conocidos, etc. Se nos olvida que la verdad siempre será la verdad, sin importar las opiniones de otros. Es por eso por lo que es muy importante que la defendamos, que no la callemos y, sobre todo, que la creamos y vivamos conforme a ella.

Ponte tu ropa nueva

No dudes de quién eres en Cristo, así como yo dudaba al escuchar las voces de mis compañeros de lo que yo sabía acerca de mi clase. No regresemos atrás. «No fue esta la enseñanza que ustedes recibieron acerca de Cristo, si de veras se les habló y enseñó de Jesús según la verdad que está en él. Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por deseos engañosos, ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad» (Efesios 4:20-24, NVI).

Recordemos sobre todo estas últimas palabras del verso, que fuimos creados a imagen de Dios en justicia y santidad, por lo que no escuchemos otras voces externas a la palabra que nos quieran decir qué hacer y qué decir o dictar quienes somos. Medita si hay algo en lo que has regresado a tu vieja naturaleza o algo en lo que no has podido experimentar por completo tu nueva libertad debido a alguna mentira que has escuchado, y toma un tiempo para pedir a Dios que te muestre su verdad, la cual puedes encontrar en su Palabra.

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