En la primera parte de esta entrada vimos lo que Dios, en su Palabra, habla acerca de la vejez y su dignidad, y en esta segunda parte aprenderemos algunos consejos prácticos que nos ayudarán a involucrarnos como iglesia en el servicio a los adultos mayores que sufren demencia, así como a sus familiares, que llevan una pesada carga al cuidarlos. Recuerda que esta no es la única enfermedad de la vejez, pero de alguna manera sienta un precedente que despierta nuestra intriga para saber cómo ayudarlos en el contexto general.
Los sentimientos frente a la demencia
Primero quiero comenzar a describir algunos de los sentimientos que tienen las personas con demencia, según el estudio del Dr. John Dunlop en su libro «Ayuda y esperanza frente a los desafíos de la demencia».[1] Esto nos ayudará a comprender un poco la difícil situación que atraviesan tanto el enfermo como su familia. Estos son algunos y únicamente los mencionaré, sin explicar específicamente cada uno. Una persona con demencia se siente aburrido, apático, avergonzado, deprimido, desatento, desesperanzado, dominado, frustrado, ignorado, insignificante, irritable, solo, suspicaz o paranoide y temeroso.
¿Por qué es importante saber lo que siente una persona con demencia? Porque así tendremos una idea de la difícil situación que están pasando tanto ella como su familia.
El doctor Dunlop también menciona en su libro que al momento de ser estas personas diagnosticadas con demencia, la mayoría de sus amigos y conocidos se apartan, pensando que eso es lo mejor que pueden hacer. La Biblia apunta a algo completamente opuesto. Pablo dijo en Gálatas 6:2: «Ayúdense a llevar los unos las cargas de los otros, y obedezcan de esa manera la ley de Cristo» (NTV).
¿Cuáles serían los pasos para servir a personas con demencia y sus familias?
- Preguntar
Primero debemos preguntar a sus familiares cómo podemos servir. Una vez dado el diagnóstico al paciente y su familia, seguramente pasaran por estrés, tristeza y temor, ¡mucho temor! Probablemente habrá familias que se cierren un poco al recibir esta triste noticia, por eso es importante preguntar cómo les podemos servir. Probablemente en un inicio querrán estar solos, pero lo más seguro es que sí quieran estar respaldados por la oración.
Otro caso puede ser que la demencia sea ya avanzada y tengan años en esto. El primer paso sería lo mismo: «¿Cómo les puedo servir?». Hay una estadística impresionante que indica que el 30% de los cuidadores de personas con demencia, mueren antes que la persona atendida. Los cuidadores, sean esposo, esposa, hijo o hija, etc., suelen enfermarse emocional y físicamente por tan grande peso sobre sus hombros. No podríamos comprenderlos hasta que nos acerquemos a preguntar.
- Planear
Una vez que hayamos preguntado cómo servirles, podemos hacer una planeación para atenderles efectivamente como iglesia. Puede haber varias necesidades en las cuales podamos participar, por ejemplo, la oración, la generosidad (dinero, comida, medicamento, etc.) y el tiempo. Este último será el más complicado, pero uno de los más valiosos. Cuando nosotros damos nuestro tiempo, las personas se sienten amadas, acompañadas y valiosas. Podemos planear visitas a ese hogar en necesidad con nuestra comunidad de fe, esto ayudará mucho al cuidador y le levantará el ánimo. Probablemente nuestra visita para la persona con demencia no signifique mucho, tal vez ni nos reconozca. Pero el espíritu sigue ahí, la Palabra jamás regresará vacía, debemos hablarla, aunque parezca que no comprende o no pone atención. Dios hará su obra, nosotros seamos fieles en obedecer.
Muchos pacientes con demencia que estuvieron en el camino de la fe, al momento de recitarles la Palabra o escuchar himnos, los recuerdan y los recitan o cantan. ¡Qué bello es nuestro Dios!
- Seamos prudentes
En nuestras visitas, seamos prudentes. No llevemos malas noticias ni más cargas, hablemos palabra de vida y verdad, demos las buenas noticias de salvación, llevemos esperanza y amor. No llevemos ni chismes ni contiendas. Lo que queremos es hacerle pasar un buen rato al cuidador y a su familiar con demencia.
Así mismo seamos prudentes con el tiempo de nuestra visita, el mismo cuidador o cuidadora marcará la pauta. Debemos estar atentos y reconocer cuando es hora de irnos.
Espero de todo corazón que esto te ayude a interesarte más en los ancianos de tu congregación, tengan alguna enfermedad o no. ¡Aprovéchalos en vida y salud para tener una buena conversación con ellos! ¿Cuánta sabiduría y experiencia no hay en sus mentes y corazones?
[1] Dunlop, John. Ayuda y esperanza frente a los desafíos de la demencia. Editorial Portavoz. 2019.
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