¿Cuánto sabemos acerca de la vida de los ancianos en nuestras iglesias? O, ¿cuántas veces nos hemos acerado a preguntarle a sus familiares si necesitan algo en particular? Si no lo hemos hecho, es porque hay una parte en nosotros que nos hace pensar que no necesitan nuestro interés o atención. No cabe duda que los ancianos son muchas veces las personas más olvidadas en nuestras congregaciones. La Biblia nos llama a honrar y cuidar de los adultos mayores y esto nos habla de lo importantes que son para el corazón de Dios.
Uno puede pensar que los ancianos llegaron a una etapa en su vida donde están libres de preocupaciones, sin embargo, ellos también enfrentan diversos retos que deben ser de nuestro interés para ver la manera en las que podemos ayudarlos. Uno de estos retos es una enfermedad que padece gran número de personas de la tercera edad: la demencia.
El desafío de la demencia
Empezaré por citar un dato importante expuesto en el V Simposio de Medicina Geriátrica que se llevó a cabo en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México, el 5 y 6 de septiembre de 2014:
«La demencia es uno de los factores que más contribuyen a la discapacidad y a la dependencia en las personas adultas mayores. La enfermedad de Alzheimer (EA), es el tipo de demencia más frecuente y actualmente se conoce que existe una prevalencia del 7.3% y una incidencia de 27.3 (1000 personas/año) de la población adulta mayor mexicana para la EA».[1]
Como dice el extracto que acabamos de leer, la enfermedad de Alzheimer es solamente un tipo de demencia. Según el doctor geriatra, John Dunlop[2], hay varios tipos de demencia, que si son bien diagnosticados de manera oportuna, podrán sobrellevarse de una manera más adecuada.
Pero en esta entrada no trataremos la parte médica de la demencia; en un blog sería imposible abordar tan grande tema. Pero como cristianos, es un asunto que nos interesa, ya que es muy probable que por lo menos un anciano dentro de nuestra congregación la padecerá o probablemente tengamos en nuestra iglesia una familia con un miembro con demencia. Se calcula que dentro de aproximadamente 20 años la demencia duplique las estadísticas y habrá más demencia a edad más temprana. La demencia es una enfermedad que debe ser diagnosticada por doctores especialistas en la materia, y sin lugar a duda es un diagnóstico triste tanto para quien la comienza a padecer como para su familia.
En esta primera parte, me gustaría que abriéramos nuestra perspectiva a la vejez por medio de lo que Dios dice.
¿Qué dice la Biblia acerca de la vejez? «Ponte de pie en la presencia de los ancianos y muestra respeto por las personas de edad. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor» (Deuteronomio 19:32, NTV).
- Valor y dignidad
El anciano, tenga demencia o no, merece respeto y honor. La Biblia nos indica que hay sabiduría en ellos, que sus canas son una corona de gloria. Pero además de eso, hay algo importante que perdemos de vista: La valía de una persona no depende de sus capacidades, sino del valor intrínseco que ya ha depositado el Señor en él o ella al ser creados a su imagen y semejanza.
- Cristo, redentor de todos
El precio que pagó Jesús en la cruz del Calvario nos ha comprado a todos aquellos a los que hemos creído en él y nos hemos arrepentido de nuestros pecados. Los ancianos de nuestra iglesia han sido igualmente comprados por el mismo valor incalculable de la sangre de Cristo. Dios nos hizo hermanos y coherederos con Cristo a todos los que somos sus discípulos; tener esto presente nos hará volver el corazón hacia aquel anciano que delante de Dios vale lo mismo que yo. Podremos dar la honra, el amor y la paciencia que ellos merecen.
- El mismo destino
En los salmos encontramos una cita puntual sobre la extensión de nuestra vida en la línea del tiempo: «¡Setenta son los años que se nos conceden! Algunos incluso llegan a ochenta. Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de problemas; pronto desaparecen, y volamos» (Salmos 90:10, NTV). El salmista, dos versículos después, dice: «enséñanos a entender la brevedad de la vida». Si Dios lo permite, llegaremos a ser ancianos, pero como el salmista, podemos orar para que el Señor nos muestre la brevedad de la vida. Esto no solo nos permitirá apreciar más lo eterno, sino que nos permitirá tener compasión de aquellos que ya llegaron a la vejez y que de alguna manera sienten que se les ha ido la vida o que esta está por terminar.
Habiendo comenzado a reflexionar en este tema tan importante, la segunda parte de esta entrada nos mostrará maneras prácticas y compasivas para ayudar al anciano que sufre demencia y a su familia o cuidadores. Recuerda que la demencia no es el único desafío o problema que enfrentan las canas, pero sí nos presenta un ejemplo que establece un precedente para interesarnos y buscar cómo ayudarlos. «Pues ustedes, mis hermanos, han sido llamados a vivir en libertad; pero no usen esa libertad para satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa. Al contrario, usen la libertad para servirse unos a otros por amor» (Gálatas 5:13, NTV).
[1] Se puede consultar el manuscrito completo del simposio en la siguiente liga: http://www.geriatria.salud.gob.mx/descargas/publicaciones/Demencia.pdf
[2] Dunlop, John. Ayuda y esperanza frente a los desafíos de la demencia. Editorial Portavoz. 2019.
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