Después de un tsunami, viene el triste evento del recuento de daños. Vemos en las noticias imágenes de edificios derrumbados y calles y casas destruidas. Hablando de la pandemia sucede algo similar. Si bien muchos países todavía enfrentan el pico más alto de contagios al momento, otros parece que ya van poco a poco superando esta crisis sanitaria, y las familias comienzan a hacer un «recuento de daños» que dejó pérdida de trabajos, escasez y cierre de negocios, entre otras cosas.
¿Qué hay de la generosidad en tiempos de pandemia? ¿Puedo acaso ayudar a los demás cuando yo mismo enfrento una situación difícil? ¡La respuesta es sí! No quiero hacer un llamado al descuido y la irresponsabilidad, pero en tiempos en los que estamos experimentando necesidad, seguramente hay alguien que la está pasando peor, y en alguna medida, Dios puede usarnos a nosotros para apoyar. Un ejemplo de ello fue la iglesia de Macedonia, que aun en un momento difícil, abundó en generosidad:
Ahora, hermanos, queremos que se enteren de la gracia que Dios les ha dado a las iglesias de Macedonia. En medio de las pruebas más difíciles, su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad. Soy testigo de que dieron espontáneamente tanto como podían, y aún más de lo que podían, rogándonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de tomar parte en esta ayuda para los santos (2 Corintios 8:1-4, NVI).
Pide a Dios que te muestre a una persona o a una familia a la cual puedas servir con la generosidad de tu tiempo o tus recursos. No se trata cuantitativamente de cuánto damos, sino del corazón con el que lo hacemos. Amamos tanto a las personas, que no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras están pasando escasez y necesidad. Desde una comida sencilla hasta un ofrenda, será una bendición lo que tú puedas aportar, ¡y Dios lo toma en cuenta!
Indaga entre tus hermanos en la fe si alguien está pasando por necesidad. Muchos, por vergüenza y por no querer ser una carga para los demás, no comunican a otros la situación que están enfrentando. La iglesia necesita saber que estamos ahí para apoyarnos los unos a los otros con un amor incondicional. El Padre es nuestro mayor ejemplo de generosidad. Él entregó por nosotros lo más valioso, a su Hijo Jesucristo, para salvarnos de la peor crisis humana de todos los tiempos, el pecado.
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