Entre los cristianos, pocas palabras se han vuelto tan triviales como la palabra «gracia». Lo interesante es que esta palabra tan común es, al mismo tiempo, en nuestro día a día, tan difícil de aplicar, de vivir y de disfrutar. El problema es que si minimizamos el impacto que esta «pequeña» palabra tiene en nuestras vidas, minimizamos también el acto de amor y entrega más glorioso de la humanidad, el sacrificio de Jesús en la cruz.
Antes de poder hablar de lo que es la gracia y lo importante que es en nuestra vida, es preciso que veamos lo que no es la gracia.
La gracia no es una licencia para pecar
Al decir que ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, una mala interpretación es pensar que esto nos otorga una licencia para pecar. Algunos dicen cuando pecan: «¡No pasa nada porque hay gracia!». El apóstol Pablo deja muy claro este tema en Romanos 6:1-2: «¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (NBLA).
Claro que aquellos que estamos bajo la gracia pecaremos —¡y la gracia será significativamente provechosa cuando eso suceda!— pero como cristianos, la presencia de la gracia misma nos hace precisamente luchar continuamente en contra de todo lo que se opone al corazón de Dios. Un verdadero creyente puede caer en pecado, pero como dice 1 Juan 3:9: «Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él. No puede pecar, porque es nacido de Dios.» (NBLA)
Ahora sí, hablemos de lo que es la maravillosa gracia de Dios y su significativo impacto en nuestra vida.
La gracia es la manifestación de la bondad de Dios
El reconocido teólogo, el Dr. Wayne Grudem, define la gracia como «la bondad de Dios a los que solo merecen castigo». Esta bondad se hace evidente en la obra redentora de Cristo en la cruz. Todos los seres humanos hemos pecado, hemos quebrantado la ley de Dios y por ende somos merecedores de un castigo eterno. ¿Cuál fue la respuesta de Dios? ¡Tanto fue su amor que envió a su hijo Jesús como nuestro rescate! «Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23 NBLA). Nosotros merecíamos castigo, Dios respondió con el regalo de la salvación por medio de su Hijo. Esto es la gracia.
La gracia nos lleva a donde la ley no nos pudo llevar
«Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu» (Romanos 8:3-4 NBLA).
Como lo enseña este pasaje, la incapacidad de la ley no se debe a que haya algo malo en ella. ¡El problema está en nosotros! Nuestra débil carne será siempre incapaz de cumplir con sus demandas. Edgar Möller dijo: «La gracia me pone en un lugar donde mis obras no alcanzarán a llevarme». Por medio de la gracia, a través de la obra de Cristo, el Señor nos considera justos, como si hubiésemos cumplido a la perfección, porque la perfecta obediencia de Cristo es atribuida a nosotros.
La gracia nos capacita para obedecer
Otro aspecto de la gracia que es muchas veces ignorado, es el hecho de que la gracia no sólo se limita al aspecto salvífico, también abarca el aspecto transformador. «Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu» (2 Corintios 3:18 NBLA).
Si hoy podemos responder en obediencia al Señor no es por nuestra capacidad, es porque la misma gracia nos ha habilitado para honrar a Dios con una vida piadosa. Así de maravillosa es la gracia, ¡nos cubre cuando fallamos y nos transforma para glorificar a Dios!
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