Hace poco escuché decir que la palabra «fe» no aparece muchas veces en el Antiguo Testamento, al menos no tantas como en el Nuevo. Sin embargo, hay muchas maneras en las que nos podemos dar cuenta de que la fe sí era un elemento importante y necesario para la salvación de los hombres; la fe siempre fue un aspecto fundamental en la vida de aquellos que esperaban al Mesías para poder poner sus ojos en Dios. ¿Cómo encontramos elementos de fe en estos libros de la Biblia sin que se mencione tan explícitamente?
Confianza
Una de las palabras que se usan mucho en el Antiguo Testamento para definir la fe es la palabra confianza. Esto es interesante ya que nos recuerda que tener fe en Dios no es sólo creer que existe, sino confiar en quién es, en que está al control de nuestra vida y en que quiere lo mejor para nosotros. Es poder descansar en él completamente.
El Salmo 34 dice: «Jehová redime el alma de sus siervos, y no serán condenados cuantos en él confían» (Salmo 34:22). La justicia de Dios sobre sus siervos recae en el hecho de que ellos han puesto su confianza en él.
Conocimiento
Habla el Antiguo Testamento también acerca de una relación en la que el hombre conoce a Dios y es conocido por Dios. «Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían» (Nahúm 1:7). Ellos son los amigos de Dios, además lo obedecen porque lo conocen: «Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron» (Salmo 9:9-10). Esto nos habla de cómo la fe en el Señor es activa e implica buscarlo, esperar en él y de saber con certeza quién es aquel en quien hemos creído.
Un corazón correcto
Finalmente, algo que nos muestra el Antiguo Testamento acerca de la fe en Dios es que ya que la persona conoce a Dios y ha puesto su confianza en él, se arrepiente y vive una vida conforme a lo que a Dios le agrada. «Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios» (Salmo 51:16-17). Lo mismo podemos ver en el Salmo 34: «Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová» (Salmo 34:18-19).
Podemos ver que realmente no es muy diferente lo que se esperaba de la fe de un hombre antes de la venida de Cristo que lo que se espera de nosotros. Cristo ya ha hecho la obra, así como en ese entonces ellos esperaban su llegada. Nunca ha dependido de nosotros, sino que sólo nos queda conocer a aquel en quien hemos creído, saber a través de su Palabra lo que le agrada y lo que no le agrada; poner nuestra confianza entera en él y finalmente obrar conforme a él le gusta, con un corazón arrepentido y humillado ante él. Pongamos nuestra fe en Cristo y como dice su Palabra, él estará cercano a nosotros y nos librará de cualquier aflicción.
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