Hace poco escuché una persona que decía que muchos aman al bebé que nació en un pesebre, que es una historia linda para contar como cuento a los pequeños en Navidad. Sin embargo, muchos odian (o por lo menos ignoran) al adulto en quien ese bebé se convirtió.
No parecemos necesitarlo, si acaso muchos creen que la religión que lo predica ha venido a traer muchos problemas y disensiones al mundo. Es por esto por lo que hoy que celebramos el nacimiento de un bebé, es importante preguntarnos, ¿a qué vino al mundo?
Cumplió la promesa
Si contáramos todas las razones por las que Jesús vino al mundo, probablemente tendríamos una lista muy larga. De hecho, el pastor John Piper se propuso escribir un libro para contestar esta pregunta y logró una lista de ¡50 motivos! Su libro se llama «Cincuenta razones por las que Cristo vino a morir». No te preocupes, hoy no meditaremos en las cincuenta, pero sí meditaremos brevemente sobre algunas y si te interesa profundizar sobre este importantísimo tema, puedes leer el libro.
Primeramente, Jesús vino a cumplir todas las promesas que en el Antiguo Testamento se habían hecho acerca de él. El Mesías era un símbolo de esperanza para aquellos que creían y sabían que un día vendría un salvador a rescatarlos. Cuando Jesús nació y sus padres lo llevaron al templo a presentarlo como exigía la ley judía, un hombre anciano y devoto llamado Simeón lo reconoció gracias al Espíritu, lo tomó en brazos y alabó a Dios. En ese momento, Simeón dijo que podía morir en paz, pues Dios había cumplido su promesa y mostrado su salvación, la luz y gloria que revela a Dios a las naciones (Lucas 2:25-33, NTV).
Este motivo por el cual vino Jesús al mundo nos llena de esperanza y el día de hoy nos recuerda que tenemos un Dios confiable, que cumple sus promesas, en quien aguardamos para un día recibir la consumación de nuestra salvación, la cual hemos obtenido gracias al nacimiento, a la vida y a la muerte de Cristo.
Tenemos paz para con Dios
En Jesús también hemos sido perdonados de nuestras transgresiones y tenemos ahora paz para con Dios. Poseemos la certeza de haber recibido una nueva y hermosa relación con él en la que podemos acercarnos confiadamente ante su trono de gracia y recibir no sólo perdón y salvación sino también descanso, consuelo y amistad. «Por lo tanto, ya que fuimos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros» (Romanos 5:1, NTV).
Jesús vino al mundo a darnos esa oportunidad mediante su sacrificio. Sin él no podríamos haber recibido ese regalo de parte de Dios. Él tenía que venir al mundo, pues era el único capacitado para cumplir lo que la ley dictaba, y como ese cordero perfecto, puro y sin mancha, darse para el rescate de muchos. Él era el único cuya sangre valía lo que nosotros debíamos y decidió venir al mundo a sacrificarse.
Tenemos un futuro
Finalmente, no solamente hemos recibido su perdón, sino que seguimos esperando en él, pues nos ha hecho sus hijos y nos ha dado otra promesa por cumplir: que un día estaremos con él en su reino. «Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios» (Romanos 5:2, NTV).
Dios nos ha hecho sus hijos, y como tales, un día viviremos con él en un lugar en el que ya no hay llanto, dolor ni sufrimiento. Un lugar libre de mentiras, envidias o injusticias. Un lugar que no necesita sol, pues la gloria de Cristo lo ilumina todo. Y ese será nuestro hogar. Aunque aún no lo han visto nuestros ojos, a eso vino Jesús al mundo, a fin de que un día lleguemos a esa casa, con nuestro Padre celestial.
Comentarios en Facebook