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El corazón de la milla extra (Parte 2)

En la entrada anterior vimos la importancia de trabajar en un corazón correcto para formarnos como siervos dispuestos a dar «la milla extra». Muchas veces desestimamos la importancia del carácter ante la urgencia de cubrir las necesidades inmediatas, pero al final, el resultado no serán frutos duraderos sino reacciones emocionales que en poco tiempo se esfumarán. 

Cuando hablamos de «la milla extra», nos referimos a esas personas que dan más de lo que se les pide, personas que no buscan encajar con el statu quo y dan todo de sí, entendidos del enorme privilegio y la gran meta que tenemos como colaboradores de Cristo.

A continuación, hablaremos de aspectos de nuestro corazón y de nuestro carácter que debemos considerar para ser siervos que den «la milla extra».

Un corazón que no se ofende fácilmente

Hay personas que están sirviendo con excelencia, con pasión, con entrega hasta que… sí, hasta que alguien hace algo que los ofende. Pocas cosas frenan tanto a las personas en cuanto al servicio como el ser fácilmente «ofendibles». Si dar la milla extra es ir más allá del común denominador, no podemos dejar que aquello que ofende a la mayoría de las personas nos detenga.

Claro que hay situaciones de gravedad que requieren que tratemos con seriedad el conflicto; inclusive aquellas ofensas «menos importantes» deben de ser resueltas con madurez y amor entre las partes involucradas, pero no dejes que cualquier detalle te impida servir con excelencia. Como dice la Palabra: «Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos» (Hebreos 12:15, NVI).

Un corazón sacrificial

Por definición, «dar la milla extra» involucra en sí sacrificio. En una carrera, llegar a la meta ya es desgastante, ¿cuánto más correr todavía más allá? Debemos ser cuidadosos y claros en este asunto, porque vivir con un corazón sacrificial no es algo exclusivo de una «élite cristiana», sino la respuesta coherente de todo discípulo que ha hecho a Jesús su Señor y su ejemplo a seguir. El amor desmedido por uno mismo, el narcisismo o ensimismamiento, nos impedirán ceder a cosas con tal de servir a un fin mayor. Darlo todo por el reino de Dios nos costará comodidad, tiempo y recursos, pero, ¡nadie le gana a Dios en el dar! Tenemos la certeza de que cada sacrificio habrá valido la pena cuando lleguemos a la meta y por él seamos recompensados.

Un corazón humilde

Todos y cada uno de los que tenemos el privilegio de servir al Señor seguimos en un proceso de santificación, en el que el Espíritu Santo está constantemente forjándonos para crecer conforme al carácter de Cristo. Como vimos anteriormente, no son las carencias o la inexperiencia lo que nos  descalifica para el servicio y nos impide dar la milla extra, sino un corazón equivocado, el cual generalmente se manifiesta a través del orgullo. Una persona orgullosa se cerrará a todo consejo, exhortación y disciplina necesaria para seguir adelante en los propósitos de Dios. Por el contrario, un corazón humilde estará abierto a ser enseñado y formado con tal de poder servir y adorar a Dios con excelencia y sinceridad. «…Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes» (Santiago 4:6, NVI).

Un corazón que persevera

En la vida de servicio habrá mil y un motivos por los cuales optemos por servir con reservas o hasta «tirar la toalla». Muchas de esas excusas sonarán razonables, pero recuerda que un discípulo es movido por amor, y «el amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia» (1 Corintios 13:7, NTV).

Un corazón como el de Jesús

Por último, podemos decir que el corazón de la milla extra es un corazón como el de Jesús. ¿Quién sirvió con tanta entrega y sacrificio como Cristo? Él es el siervo por excelencia. Siendo Dios, se humilló y entregó todo de sí por amor a nosotros. ¿Quiénes somos nosotros para ver su vida y ministerio y aun así optar por dar menos que todo? Jesús es nuestro ejemplo y es digno de que entreguemos todo por su reino. ¿Estás listo para dar la milla extra? Dejemos que el Espíritu Santo trabaje en nuestros corazones.

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