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Niños de cuarentena

Ya pasó más un año y seguimos bajo los efectos sociales de una pandemia, y a pesar de que ya existen vacunas, el presente año pinta para ser tan complejo como el anterior. Probablemente no pase un solo día sin que pienses en algo de tu vida que se ha visto afectado —a grande o pequeña escala— debido a la pandemia de COVID-19. Poco a poco, los gobiernos toman medidas para «aligerar» la carga y el impacto de la cuarentena en la sociedad.

¿Y ellos, cuándo?

Hay planes y programas para reabrir restaurantes, cines y comercios, pero me he dado cuenta que la mayoría, si no es que todos, son para beneficio de los adultos. Ya hay lugares abiertos pero con la famosa restricción de acceso a los menores. Entiendo que a pesar de ser los menos vulnerables, ellos pueden ser un medio de contagio y que las medidas son para protección de toda la sociedad. Pero mi propósito hoy es que reflexionemos un poco en ese grupo que probablemente reciba la mayor afectación a mediano y largo plazo debido a las medidas de prevención.

Infancia en cuarentena

Los bebés siguieron llegando al mundo, un mundo muy diferente al que nos tocó llegar a nosotros. Puedo pensar en al menos diez lactantes de mi círculo de amigos o conocidos que nacieron en medio de la pandemia.  Mi hijo ha pasado la mitad de su vida en cuarentena, en una época donde probablemente piense que portar un cubrebocas ha sido algo que hemos hecho toda la vida. Cuando todo haya pasado (espero que sea pronto), he resuelto ser extremadamente paciente con los niños, entendiendo que la socialización era parte esencial de su desarrollo. Confiemos que Dios tiene el poder de sanar y restaurar cualquier daño que todo esto les haya provocado.

Este artículo no pretende dar respuestas, mismas que llevarán años de evaluación y estudio a los expertos. Lo que sí pretende es crear empatía y movernos a la oración por la vida y la salud emocional de los niños y bebés; movernos para ver de que manera podemos alentar a los padres que están abrumados y preocupados por el bienestar de su familia. Sobre todo, no dejar de orar para que Dios siga obrando en sus corazones, revelando a su Hijo Jesucristo, en medio de la imposibilidad de congregarse y acudir su «escuelita dominical».

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