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La batalla por el gozo

«Elige bien tus batallas». Estas son las palabras que escuché de mis padres cuando, de niño, me enseñaban una valiosa lección. Hay cosas por las cuales vale la pena luchar y hay otras por las que no. Hay batallas que valen la pena el desgaste, pero hay otras en las que simplemente ganamos más al evitarlas. Recientemente mi vecino le dio un golpe a mi carro mientras yo no estaba, y a pesar de que tenía ganas de reclamarle, recordé estas palabras y opté por no entablar una discusión, pues considero más valioso mantener la paz para poder compartirle de Cristo que el costo por el pequeño raspón en mi automóvil.

Sin embargo, hay una lucha, y cada vez que llega he resuelto enfrentarla sin excepción. Esta es la batalla por el gozo. El «gozo» —que también se expresa como alegría o júbilo— no es un tema de poca importancia en la Biblia. El Salmo 100 comienza con un llamado a la adoración gozosa y radiante: «¡Aclamen con alegría al Señor, habitantes de toda la tierra! Adoren al Señor con gozo. Vengan ante él cantando con alegría» (NTV). Pablo explicó que el reino de Dios no consiste en lo que comemos o bebemos sino en «llevar una vida de bondad, paz y alegría en el Espíritu Santo» (Romanos 14:17, NTV) El mismo Jesús declaró que deseaba que nosotros seamos partícipes de su gozo; sí, ¡que experimentemos de manera desbordante la misma alegría de Cristo! (referencia: Juan 15:11).

Entiendo la importancia del gozo en la vida cristiana, por eso he resuelto perseguirlo y procurarlo en mis días sobre la tierra, pero la realidad es que hay veces en las que las pruebas, los afanes y las circunstancias me han llevado a la falta de gozo. Creo que todos lo hemos experimentado, y es en estos momentos cuando muchos han optado por desistir, acostumbrándose a vivir una vida gris, carente de deleite y sumergidos en la tristeza. ¿Estás en estos momentos luchando por el gozo? ¡No desistas!

Cómo contender por el gozo

A pesar de que es una batalla que nosotros hemos de librar, la victoria no se encuentra en nuestra habilidades o capacidades; tampoco se encuentra en la sabiduría o las «terapias» que ofrece el mundo. Paradójicamente, la batalla por el gozo no se gana luchando sino confiando y creyendo. Busca la presencia del Espíritu Santo en oración, pide que quite tu mirada de aquellas cosas que te han llevado a la tristeza y que enfoque tu visión en lo eterno. Jesús es la fuente de gozo inagotable, y el Espíritu Santo nos revela a Cristo para que en él encontremos nuestra plenitud. El Espíritu Santo es también el que sana y consuela nuestros corazones abatidos, él es el que restaura nuestra alma de los golpes inevitables que da la vida.

Gálatas capítulo 5 enseña que uno de los frutos del Espíritu Santo es precisamente el gozo. Lucas 10:21 dice que Jesús mismo «se llenó del gozo del Espíritu Santo». La alegría del creyente puede obtenerse aun en los momentos más difíciles de la vida, porque no depende de las circunstancias ya que está anclada en Aquel que es la roca inconmovible. Sherwood Eliot Wirt, escritor del libro «Jesús: ungido de gozo», comentó lo siguiente:

«[La alegría] se expresa en la risa y la euforia, sin embargo, se nutre de un profundo manantial que sigue fluyendo mucho después de que la risa haya muerto y las lágrimas hayan llegado. Aunque se une a los que lloran, permanece alegre en un mundo que se ha vuelto gris por el dolor y la preocupación».

Nada nos garantiza que aquellos que confiamos en Jesús no pasaremos por momentos dolorosos y tristes, pero recuerda que hay alguien librando una batalla por ti, no olvides que tu labor es creer y confiar, y al hacerlo, verás cómo la perspectiva cambia y el lamento por lo pasajero se convertirá en un regocijo puro y dinámico. «Le pido a Dios, fuente de esperanza, que los llene completamente de alegría y paz, porque confían en él. Entonces rebosarán de una esperanza segura mediante el poder del Espíritu Santo» (Romanos 15:13, NTV).

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