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Jesús, nuestro sumo sacerdote

Una de las figuras más importantes del Antiguo Testamento era la del sacerdote. Los sacerdotes tenían una función muy especial en el pueblo de Dios: eran los intermediarios entre Dios y los hombres. Una de sus funciones era ofrecer sacrificios para expiar los pecados del pueblo. Pero no cualquiera podía ser un sacerdote; el requisito era ser directamente ordenado por Dios, en este caso al ser descendientes de Aarón, el hermano de Moisés. «Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes» (Éxodo 29:44 RVR1960).

Uno de los aspectos principales del sacerdocio era que ellos debían de ser empáticos y comprensivos con el pueblo, pues ellos mismos experimentaban las debilidades y tentaciones que el resto del pueblo enfrentaba. Esto lo habla precisamente el autor de Hebreos: «para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad» (Hebreos 5:2 RVR1960).

Nuestro sumo sacerdote

Ahora bien, el énfasis de la enseñanza en la epístola a los Hebreos es mostrar la superioridad del sacerdocio de Cristo con relación al sacerdocio levítico. Ya hemos dicho que en su tiempo ellos cumplieron una función muy importante, pero ¿por qué aferrarse a algo teniendo ahora acceso a algo muchísimo mejor?  El autor busca que sus lectores no abandonen a Jesús, el «apóstol y sumo sacerdote» de nuestra fe, para volverse al sistema de la ley, que era incapaz de salvarlos.

Jesús cumple perfectamente con todos los requisitos para el sacerdocio. Él fue ordenado por Dios como sacerdote según el orden de Melquisedec, él se identificó plenamente con nosotros al hacerse hombre y al abrazar todas las debilidades de un ser humano, pero al mismo tiempo, vivió una vida perfecta y sin pecado. «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (Hebreos 4:15 RVR1960).

Un sacerdote en el cual confiar

¿Por qué es importante valorar a Cristo como nuestro sumo sacerdote? ¿De qué manera impacta el sacerdocio de Cristo nuestra vida? Hay muchas cosas que podemos hablar del sacerdocio de Cristo, pero me gustaría hacer énfasis en algo que comúnmente perdemos de vista: la confianza.

Si Dios nos dice: acérquense «…confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16 RVR1960), es porque tenemos un sacerdote en los cielos. Quizás has pensado: «¡Pero tú no entiendes por lo que estoy pasando!». Pero la realidad es que sí. Él nos entiende porque él mismo se vistió de nuestra debilidad y enfrentó tentaciones tal cual las enfrentamos nosotros. La buena noticia es que él salió vencedor de cada una de ellas, así que también está capacitado para ayudarnos a salir victoriosos.

Acerquémonos a él

Podemos acercarnos con confianza porque él conoce nuestro corazón y aun así nos ama, pero también porque como sacerdote, él se convirtió en nuestro mediador. Cuando pasamos por desánimo, cuando vienen pensamientos de derrota en nuestra mente, la solución no está en aislarnos, sino precisamente en acudir con confianza delante de Cristo, sabiendo que él es nuestro sumo sacerdote, paciente y compasivo. Él logró para nosotros una cercanía que los sacerdotes del Antiguo Testamento fueron incapaces de alcanzar. ¡Gracias a Dios por Jesucristo!

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