Estoy convencido que si sales a la calle y pides la opinión de las personas respecto a la persona de Jesús, escucharás más comentarios favorables que en contra. Sí, en medio de una generación tan apartada de los principios morales, te sorprendería que la mayoría de la gente aprueba la vida y las enseñanzas de Jesús ¿Entonces cuál es el problema? ¿Por qué la gente persiste en su obstinación de vivir lejos de Dios?
«Te digo la verdad, a menos que nazcas de nuevo, no puedes ver el reino de Dios.» (Juan 3:3 NTV) Estas son las palabras que Jesús le dijo a Nicodemo, ¡justo después de que se refiriera a él como maestro y enviado de Dios! A pesar de esto, Nicodemo seguía con la necesidad de nacer de nuevo. Qué impresionante, ¿no te parece? Este encuentro nos revela una gran verdad: No es suficiente aprobar los hechos de Jesús para recibir la salvación y entrar en una correcta relación con Dios.
No me malentiendas. Aprobar los hechos de Jesús es algo bueno, sin embargo la verdadera fe que salva no se queda ahí, da un paso más allá. Aquel que ha sido verdaderamente transformado por el evangelio de Jesucristo, deposita en él su plena confianza. Es decir, no solo lo aprueba, le rinde el control absoluto de su vida, sus acciones y aspiraciones.
La confianza en el Señor sería como arrojarte libremente ante alguien sabiendo que sus manos te van a sostener; esto es fe verdadera. Para arrojarte a los brazos de alguien, necesitas creer que es lo suficientemente bueno y fuerte como para sostenerte. Es la prueba de que nuestra confesión es más que una simple aprobación verbal. Muchas veces decimos que confiamos en alguien pero no estaríamos dispuestos a darle las llaves de nuestro hogar mientras estamos de viaje. Esto demuestra que podemos hacer declaraciones sin la sustancia de la honestidad. El joven rico (en Lucas 18:18-30) se refiere a Jesús como «maestro bueno», pero no estuvo dispuesto a seguir sus pasos debido a que estimó como más valiosas sus posesiones terrenales.
William Shakespeare dijo: «Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras». Pero siendo honestos, ¿cuántas veces nosotros mismos hemos dicho cosas que no hemos cumplido? Las buenas noticias son que la fidelidad de Dios permanece inclusive cuando nosotros le somos infieles. Sin embargo, el Espíritu Santo nos quiere llevar a un crecimiento espiritual, a través del cual día con día podamos experimentar de manera práctica la confianza en el Señor.
Amado lector, quizás has leído hasta este punto y te identificas con esto. Tal vez asistes los domingos a la iglesia, demuestras simpatía ante las enseñanzas de Jesús y sin embargo te has dado cuenta que falta esta pieza fundamental en el rompecabezas: depositar tu confianza personal en Jesús. ¡Quiero decirte que hay esperanza! Acércate al Señor, confía en él, y recuerda que es él mismo el que te capacita para poner en práctica las obras que a él le agradan. Toda relación se construye a base de confianza y no hay nada más hermoso que gozar de una relación personal con el Creador.
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