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El rey que llegó a la tierra

Hoy en día las monarquías existen, pero no son tan comunes ni tienen las mismas características que en la antigüedad. Sin embargo, tenemos la historia y las películas para darnos una buena idea de cómo eran. ¿Te tocó ver alguna vez cuando un pueblo conmemoraba la llegada de la realeza? Grandes protocolos, mucho esplendor, el alarido de la gente a tope. Siempre que llegaba un monarca, se celebraba en grande.

Hace más de dos mil años, el rey eterno, el Hijo de Dios, estaba viniendo a la tierra en el cuerpo de un bebé. Él era la promesa anunciada por los profetas, la esperanza de libertad que toda la nación esperaba. Pero mientras el acontecimiento histórico más importante de la humanidad estaba sucediendo, para muchos pasó inadvertido. ¿Te imaginas cómo esperaban en Jerusalén la llegada del Salvador? Cuando se anuncia la venida de un rey, uno puede pensar en todo menos pesebres, pastores y pollinos. Seguramente esperaban ser liberados del imperio romano con la llegada imponente de un monarca con un ejército militar intimidante. Pero no fue así…

Paradoja real

El rey de gloria llegó a la tierra en humildad. ¡Qué paradoja! Cabe mencionar que esto no lo hace para nada menos glorioso. Sin embargo, el sistema del mundo en el que vivimos trata de hacernos ver esta condición como algo inferior o de poco valor. Mientras que muchos esperaban la venida del Salvador en base a términos llamativos, él vino en de una manera que revolucionó al mundo por completo.

Jesús vino a la tierra en humildad, para revelarnos el verdadero problema: el corazón del hombre. ¿De qué serviría que Jerusalén fuera liberada inmediatamente del imperio romano si la condición de su alma seguía igual? El impacto de este rey humilde iba a trascender más allá de este mundo. Generalmente nosotros vemos la necesidad inmediata, pero Dios ve la necesidad principal.

Un rey para adorar

De esto trata la Navidad. De un reino instituido en humildad, pero que tiene mayor alcance y poderío que todos los ejércitos terrenales juntos. ¿Cuál de ellos puede librar tu vida del pecado? ¿Quién puede brindarle verdadera paz a tu alma? ¿Qué otro rey puede darte vida más allá de la muerte?

Hoy celebramos la llegada de nuestro Salvador, ¡el rey más grande e incomparable! Oremos con todo nuestro ser que nuestro corazón aprecie la belleza de la humildad en el rostro de Jesús, tal como lo hicieron los pastores de Belén, para responder con gozo y profunda adoración.

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