Hay momentos en que nos sentimos incomprendidos, creemos que nadie más ha pasado por lo mismo que nosotros o que nunca nadie ha sentido lo que en el momento estamos sintiendo. Esta sensación nos hace pensar que estamos solos y nos aleja de aquellos a quienes amamos, pues nada que nadie nos diga nos hace sentir mejor.
Hace poco me sucedió eso. Había pasado por un problema con una persona muy cercana a mí por la que yo me sentía ofendido. Creía que nadie podría entenderme ni mitigar, por lo tanto, mi dolor. Mi sorpresa fue que la Palabra de Dios, después de haber orado, tuvo una respuesta muy precisa para mí, ya que en ese momento me topé con el Salmo 55, y resulta que quien lo escribió había pasado por lo mismo que yo, o incluso algo peor.
En este salmo, David comienza pidiendo a Dios que escuche sus oraciones y le expresa cómo se siente; después explica lo sucedido: «Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios» (Salmos 55:12-14). Hay momentos en los que podemos sentirnos traicionados, menospreciados, o simplemente, que suceden cosas malas a nuestro alrededor. Sin embargo, trajo tanta paz a mí el recordar, al leer esta Palabra, que a Dios nada lo sorprende, sino que él conoce cómo nos sentimos y está escuchando cada una de nuestras oraciones.
Clama a mí y yo responderé
En ocasiones es necesario pasar por esos momentos en los que nos desahogamos frente al Señor hasta llegar al punto en el que él nos conforte a través de su Palabra. Es después de haber pasado este proceso que, como David, podemos decir: «En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz. Él redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, aunque contra mí haya muchos» (Salmos 55:16-18). ¡Qué bueno es descansar en el Señor y poder confiar en que a pesar de lo crítica que esté las situación a nuestro alrededor, él está siempre ahí y nunca cambia! Como dice este mismo salmo, él es quien «permanece desde la antigüedad». Sin embargo, antes de llegar a este punto, David explica como estuvo clamando en la tarde, en la mañana, a mediodía, etc. Es decir, su corazón no tuvo paz en cuestión de segundos o de un momento para otro, tuvo que haber un proceso en el que orara al Señor, meditara en su Palabra, recordara sus bondades, hiciera sus peticiones, etc. Y es entonces cuando esa paz fue llegando, hasta el momento en el que pudo proclamar con toda certeza que Dios lo redimiría a pesar de cualquier situación a su alrededor.
Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados
Finalmente, David hace una exhortación, sabiendo que Dios hace justicia. «Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo» (Salmo 55:22). Verdaderamente, como la Biblia misma lo dice, hay palabras dentro de ella que son bálsamo para el corazón herido o quebrantado, que traen esperanza al pobre y que al afligido le hacen saber que llegará el día en el que recibirá justicia. No nos apartemos de su Palabra nunca, pues en momentos de angustia será lo que nos hará seguir adelante en el camino sin claudicar, sin mirar atrás y con las fuerzas necesarias para llegar a la meta.
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