Si recopilamos las peores catástrofes naturales del siglo XXI, se necesitarían seis bombas atómicas como la de Hiroshima para igualar sus efectos en cuanto al número de víctimas letales que han dejado. Si hablamos de la energía desprendida por estos fenómenos, ¡la del tsunami de Indonesia es comparada con el poder de 23 mil bombas atómicas como la de Nagasaki!
A pesar de esto, las ciudades que han vivido esta clase de embates han salido de los escombros y hoy brillan en el mundo moderno. Esto ocurre por esa sorprendente capacidad del ser humano de superar las situaciones adversas, aun aquellas que comprometen su existencia como son los tsunamis, huracanes, volcanes y terremotos.
Demasiados voluntarios
Tan solo en 2017 —por mencionar un año en especial desastroso— se registraron más de 147 terremotos en el mundo, (solo considerando los sismos de 6 a a 9 grados en promedio), dejando un total de 547 fallecidos, siendo México el país más devastado con 429 víctimas mortales, 6304 heridos y millones de afectados. Pero, a pesar que los datos son desoladores, existe otra estadística que hace récord en números: la solidaridad que se despierta en medio de la crisis.
El sismo del 19 de septiembre —el segundo en la misma fecha, ¡pero 32 años después!— que tuvo su epicentro en Axochiapan, Morelos, conmovió al mundo entero, no sólo por su devastación sino por los innumerables actos de bondad y solidaridad que nos devolvieron por un momento la fe en la humanidad.
Los CEO de Google y Facebook donaron un millón de dólares por la causa. Varias figuras públicas se solidarizaron con el pueblo mexicano, y países como Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, Japón, España, Suiza y hasta Israel, contribuyeron haciendo una donación económica, llevando agua y alimentos o enviando equipos de rescate.
Pero lo sorprendente se encontró dentro del mismo México: la Cruz Roja pidió que no se enviaran más voluntarios ¡porque eran demasiados!; en algunos centros de acopio de víveres tuvieron que detener la recepción de donaciones porque estaban llenos, y en las zonas de escombros tuvieron que trabajar por turnos porque eran demasiadas las manos ofreciendo su ayuda.
Hombres en sillas de ruedas hacían su aporte levantando cualquier piedra, mujeres en extrema pobreza hacían su aparición con provisiones para las víctimas, hasta los niños donaron sus juguetes a aquellos que lo perdieron todo. También los perros conmovieron al mundo rescatando a más de 50 personas, algunos terminaron tan agotados que no se podían parar en sus cuatro patas.
Humanidad diseñada por Dios
México nos dio una gran lección de unidad en medio del desastre, así como nos la dio Nueva Orleans cuando enfrentó al huracán Katrina en 2005, Haití con el terremoto del 2010, Europa con la ola de calor de 2003, Filipinas con el tifón de 2013, Chile con su terremoto de casi 9 grados —y el consiguiente tsunami— en 2010, y más recientemente, Guatemala con la erupción del Volcán de Fuego, en 2018.
Es que muchas veces sólo bajo los escombros encontramos nuestra humanidad, esa que Dios diseñó con amor, bondad y solidaridad, para levantar a otros y mostrarles que hay esperanza, y que la resiliencia es una cualidad que enriquece el carácter y fortalece el espíritu, aun cuando duela tener que desarrollarla.
Aprovechamos este espacio para reconfortar a los familiares de las víctimas de cualquier desastre —terremoto, huracán, incendio, erucpión de volcán, derrumbe, inundacion— y a todos aquellos que, estando cerca o lejos, siguen trabajando por la reconstrucción, y como Nehemías, piden el respaldo de Dios para levantar los muros caídos y devolver la esperanza a un pueblo amado por Dios.
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